Hombre Nuevo
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José Manuel, L.C.
La muerte del caracol
Los caracoles del mediterráneo son deliciosos en sopa o asados. Se compran vivos y se
les alimenta con harina para purificarlos. Cuando se escapan de la bolsa aparecen como
hongos por toda la cocina, simpatiquísimos. Se les prepara en agua tibia para evitar que
el frío o el hervor los obligue a refugiarse en su concha. Los cornudos bichitos nadan
plácidos en la olla y así, lentamente se les cocina hasta que les llega la muerte. Se les
mata suavemente, pero no por ellos, sino por el beneficio que reportan. La muerte del
caracol me recuerda el proceso que cabezonamente se sigue librando en la
despenalización del aborto o en la legalización de la eutanasia. Se procura una muerte
disimulada, atemperada, sin contrastes ni escalofríos para que las conciencias no
reaccionen, pero al fin y al cabo es un hecho reprobable.
En España se levantó una gran polémica cuando el ministro de justicia, Alberto Ruiz-
Gallardón anunció que modificaría un aspecto de ley vigente sobre “la interrupción
voluntaria del embarazo”, en concreto en los casos de malformación. Algunos
“católicos” han reaccionado negativamente, lo cual me sorprende porque denota que no
existe solidez ni coherencia moral. El debate sobre el aborto no está tan muerto como se
pensaba. La conciencia reacciona y el caracol se resiste a morir.
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