Dora, una profesional del hogar camino de los altares
Dora del Hoyo nació en Boca de Huérgano (León), en 1914. Sus padres, cristianos
ejemplares, la educaron desde pequeña para ser una buena hija de Dios. Después
de efectuar sus estudios elementales, empezó a trabajar como empleada del hogar,
labor que ejerció con profesionalidad y pasión hasta pocas semanas antes de su
fallecimiento, el 10 de enero de 2004.
Con frecuencia, se escucha la queja de que el mundo en que vivimos se está
deshumanizando; y encontramos a diario tantas noticias que pueden confirmar esta
opinión. A la vez, todos querríamos que hubiera más concordia, más solidaridad,
más comprensión entre las personas. ¿Cómo lograrlo? Indudablemente, no cabe
hablar de un único remedio; pero, en mi opinión, si queremos mejorar las
relaciones sociales, hemos de comenzar por aquello que constituye su base: “ la
familia”. Los jóvenes -en realidad, todas las personas- necesitan calor de hogar; y
si no lo encuentran, les resultará muy difícil aprender a relacionarse con los demás
de un modo verdaderamente humano.
Dora estaba convencida de que el
ideal de “un mundo feliz”, debía comenzar por
crear un hogar sereno, cuidando unas tareas que contribuyen al ambiente de
armonía y de buen humor, por eso, decidió dedicar su vida a una labor que
consideraba fundamental no sólo para la familia sino para cada persona y para la
sociedad entera.
Los gobernantes deberían convencerse de esta realidad y favorecer decididamente
las condiciones de quienes ejercen esta profesión. Sería una inversión fundamental
para el futuro.
En estos tiempos que corren de angustia, de crisis económica, viene bien mirar y
quedarse con la vida de un santo conocido también como “Maestro de Buen
Humor”, que tanta falta nos hace para recuperar esa paz que tantos anhelan.
En la vida de san Josemaría –como en la de cualquier persona- no faltaron las
contradicciones ni las enfermedades. Si alguno de sus hijos sufría, podía
proponerle: ¿Quieres un plan eficaz? Te doy éste, muy experimentado en nuestro
Opus Dei : “callar, rezar, trabajar, sonreír”. Porque de que sirve enfadarse, si luego
tienes que desenfadarte, no has conseguido nada y has tenido doble trabajo. “La
verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre” (Camino, 657).
Elena Baeza Villena