ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL FUTURO TIENE MUCHOS CAMINOS
El futuro del mundo tiene muchos caminos. Para las personas desempleadas, el camino
de la desesperanza. Cuidado que, sin esperanza, se llega a lo insospechado. Mal que nos pese,
millones de personas van a seguir perdiendo sus empleos. Las actuales economías son cada día
más insostenibles, en absoluto respetuosas con el ser humano y mucho menos con el medio
ambiente. Cuando el soplo de las ilusiones se viene abajo es muy arduo levantar cabeza. Y aún
lo va a ser más complicado, porque nadie rectifica. El borreguismo es la corriente actual. Se
promociona una educación de prácticas nefastas que responden a desafíos egoístas, de abuso y
mentira permanente, incrustando la creencia que el dinero lo hace todo, por lo que se concluye
haciendo todo por dinero, sin otro horizonte que el interés y el beneficio.
Muchos caminos tiene el futuro del mundo. Toda prosperidad tiene un precio y las
personas débiles se venden todos los días en el mercado de esta vida comercialmente corrupta.
Siguiendo las consignas de los pudientes, nos hemos convertido en auténticos burros de
consumo. De tanto dilapidar nos estamos quedando sin recursos naturales. Si tampoco se
acrecientan las actividades de investigación, difícilmente vamos a poder avanzar hacia ese
acceso universal de energía limpia y costeable, de la que tanto hablan los gobiernos. La energía
no contaminante es otro cuento más de este mundo capitalista que efectúa inversiones acordes a
la capitalización y no al impacto ambiental que pueda ocasionar. Los países industrializados
hablan mucho de energía sostenible, pero ninguno restringe la contaminación de sus lugares.
Una sociedad del bienestar para unos ha generado una sociedad del malestar para otros.
Se habla mucho del futuro y poco de las personas. Con tantos avances como los
actuales, cuesta entender que el mundo tenga alimentos para todos, y, sin embargo, el problema
de la pobreza y el desamparo sea cada día mayor. Por dinero todo se degrada. Las personas
valen por lo que tienen. Ahora se habla de activar una revolución verde y nadie hace nada por
detener la contaminación del agua, las emisiones de gases o los efectos nocivos de la pérdida de
suelos. También, con dinero, todos los caminos se abren. No importa lo que se destruya. En el
planeta no habrá desarrollo sostenible mientras no se reeduquen nuestros modos y maneras de
vivir y de hacer gobierno. Pertenecemos a una civilización de pocos compromisos y de muchas
palabras sin sentido. El dinero, y no la ética, es el principio que mueve al mundo.
Podrá tener muchos caminos el futuro, pero cuando se abona todo con caudales
monetarios, la podredumbre se apodera de las atmósferas. Por desgracia, el futuro de muchas
personas pasa por morirse sin tener algo que llevarse a la boca, mientras otros lo desperdician,
sin tener agua o energía para vivir de forma digna. Las reglas del mercado han imperado de
manera interesada, sin contar con la gente más pobre y vulnerable. Hace falta, pues, avivar una
nueva cultura caracterizada por el respeto a todo ser humano, sobre todo lo demás. El éxito del
futuro no está tanto en el crecimiento económico como en el crecimiento responsable de las
personas, en la solidaridad de la gente, y en el compromiso garante de ser más constructores de
vida que destructores.
En cualquier caso, el camino de un desarrollo distributivo y equilibrado, basado en los
derechos humanos, hay que hacerlo de manera conjunta y coordinada. Para ello, antes
tendremos que ser instruidos para modificar hábitos de consumo. Por desgracia, nuestra
preocupación máxima es la crisis económica, las finanzas de los países, y muy poco o nada, el
tema del medio ambiente, los programas sociales o la participación ciudadana. Está visto que
cuanto mayor es la riqueza, más se concentra la estupidez. Al fin y al cabo, somos el reflejo de
tantas contrariedades que nos han injertado en vena, como son el ansia de dinero y la voracidad
por aglutinar poderes.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net / 20 de junio de 2012.-