El valor de la Sangre de Cristo
Hay muchas elucubraciones y más ignorancia sobre lo que la muerte de
Jesús significa fuera del contexto de la salvación y redención por la fe. Esto último
por supuesto es para el ser humano la fuente de todas las gracias que puede
recibir, ya que la sangre de Jesucristo nos libra de todo pecado. (1ª Juan 1:7)
De las consecuencias de este sacrificio de Cristo en el corazón de Dios
solo puede entenderse –en mi opinión- como Dios entregó a su hijo inocente, para
salvar a sus criaturas culpables y hacerlo solo por la fe en su sangre. (Romanos
3:25) ¿Dios sufrió por nosotros no solo en la carne de Jesús, sino en su propio
Espíritu? Pensemos.
Cuando la Pascua primera en Egipto, el ángel hería a los primogénitos de
los egipcios pasando de las casas de los israelitas, no porque fueran mejores o
peores que los egipcios, sino porque la sangre untada en los dinteles les hacía
pasar de las casas israelitas sin herir. Y de ahí les llegó la libertad tan ansiada. Era
la sangre y no otra cosa lo que les salvaba del justo juicio de Dios
La Creación –contra lo que muchos piensan- no es un mito, y para ver
claro no hay que mirar solo nuestros caprichos y desvíos de la moral del bien y el
mal, sino solo mirar a un elefante o a un hormiguero. La libertad concedida al
hombre, y la inteligencia para no depender solo de los instintos, es algo muy
peculiar en el reino animal, en donde se empeñan en encerrarnos
muchos “clarividentes”.
He aquí que somos inteligentes, y ese don no sabemos ni como emplearlo
acertadamente. De ahí que surjan escuelas de filosofía, y tantas ideologías como
afirman ser las idóneas para que el hombre encuentre, una adaptación perfecta a la
Tierra para su existencia, y llegar con su pensamiento tan lejos como es posible.
Nuestras carencias las resuelve La Ley .
Esta posibilidad, y profundizando en ella, le lleva cierta e inexorablemente
a Dios . Ya no hay un punto más lejano y a la vez más cercano. Con Dios
nos tropezamos siempre y a cada paso, queramos o no. Podemos rechazarlo pero
no hacer que desaparezca.
Jesús, el Cristo, no vino solo a morir para nuestra salvación sino a
enseñar al hombre a caminar por un terreno en el que encontraría la paz de su
destino, y la fuerza para ir adelante en medio de las incomprensiones mutuas que
toda persona abriga hacia las demás.
La muerte enemiga y cruel había sido vencida por la muerte de
aquel prodigioso maestro que sabiendo su misión , afirmó su rostro para ir a
Jerusalén (Lucas 9:51) donde sabía perfectamente los terribles suplicios que había
de padecer.
A pesar de ello, en el huerto de Getsemaní se angustió hasta sudar gotas
de sangre, clamando al Padre para que le librara de aquellos padecimientos.
Pero conocía la voluntad de su Padre Eterno , y a ello se entregó sin más
resistencia. Como hombre, padeció las angustias de la muerte, y su resurrección es
nuestra resurrección .