LLANEZA SIN PRESUNCIÓN
No, mi estimado señor: sus mensajes no me hacen amargarme, sino
que son una excelente ocasión para expresar mi fe a los cuatro vientos. Mi fe
no es arrogancia, es una forma creo que viril y espiritual, de vivir el tiempo que
se me ha concedido para estar en esta esfera de la vida.
Ni tampoco soy un hombre enfermizo de mente, al que le gusta creer
cualquier cosa. He andado por muchos caminos, y he ido apartando de mi
mente y mi corazón de cualquier locura o estupidez de las que tanto abundan.
Jesús es una realidad, y consecuentemente, seguirle es “acertar de todas,
todas”.
Y me permito refutarle, porque hablo como San Pablo decía a sus
oponentes: Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno
piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: (Filipenses 3:4) y desgrana
una serie de características y hechos en la vida, que él tenía en mayor y mejor
calidad que ellos.
Jesús tampoco era remiso para responder a quien en calidad de
“enterado”, pretendía juzgarle y condenarle por sus palabras y sus hechos. Solo
Él, que vivía entre gente del templo que le acechaba para hacerle caer en un
“renuncio”, podía decir estas palabras que por si mismas denotan su condición
divina: ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad,
¿por qué vosotros no me creéis? (Juan 8:46)
Ya dice la Escritura muy claramente que no hay hombre que no
peque (1º Reyes 8:46) ¿Cómo podía ir Jesús contra la Santa Escritura ?
Simplemente que era el Mesías prometido, y en sus largos diálogos con su
Padre sabía lo que podía o no decir. Jesús no improvisaba, como puede creer
cada cual. Él tenía puestas muy en orden sus ideas y sapiencias espirituales.
Toda actividad de Jesús fue precedida de unos diálogos con su
Padre. No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio
es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del
Padre. (Juan 5:30) Por eso podía decir que lo que hacía es lo que
había aprendido de su Padre . Era la obediencia elevada a la potencia de Dios.
Para Jesús solo había una sola cosa , la voluntad del Padre.
Escribo para edificar y no para destruir. Puede usted tomar estas
palabras; si le convencen bien para usted, y si no quiere llegar a un
compromiso con Jesús, es cosa de su responsabilidad. Páselo bien.
AMDG