Presiones y libertad
P. Fernando Pascual
2-6-2012
Aquel joven estaba especialmente triste, y Sócrates se dio cuenta.
-¿Qué te sucede?
-Nada. Bueno, algo muy sencillo. Quería dejar la ciudad para hacerme la vida como campesino pero
toda la familia se ha opuesto frontalmente a mi proyecto.
-¿Entonces?
-Pues, Sócrates, renuncié a realizar mis planes. Me siento frustrado, pero no te imaginas lo
tremenda que es la presión de otros sobre uno.
-Vamos a ver: ¿tú tienes alguna enfermedad mental?
-¿Qué insinúas, Sócrates?
-No te inquietes. No estoy preguntando si estás loco. Sólo quiero saber si tienes alguna enfermedad
que te incapacita en tu alma.
-Que yo sepa, no. Pero, ¿por qué lo preguntas?
-Por un motivo muy sencillo. Las presiones que los demás ejercen sobre ti o sobre mí pueden ser
intensas, fuertes, incluso casi opresivas. Pero mientras conservemos un mínimo de lucidez mental y
una voluntad normal, somos capaces de oponernos a todos y realizar nuestros proyectos.
-Me parece que lo dices es demasiado ingenuo. Tú no te imaginas lo que se siente cuando están
encima de ti tu padre, tu madre, los abuelos, los hermanos, los primos... Todos se opusieron a mis
planes, hasta el punto de que casi me amenazaron con quitarme la herencia.
-Es una amenaza seria, tienes razón. Pero incluso esa amenaza no te priva de tu libertad. Si hubieras
querido, habrías sido capaz de dejar a un lado tantas presiones para seguir tu camino.
-¿Estás seguro, Sócrates?
-Completamente seguro, porque conozco la fuerza de la libertad. Por eso, si tú renunciaste a tu plan,
en el fondo la culpa es tuya: decidiste libremente dejarte condicionar por quienes estaban a tu lado.
-Si fuera fácil decir que no a toda la familia...
-No es fácil, pero tampoco es imposible. Quien tiene un ideal sabe romper con todo, incluso a riesgo
de su vida. No hay quien pueda doblegar al hombre convencido.
-No olvides, Sócrates, que hay ideales equivocados. Quizá ellos tienen algo de razón...
-En eso dices algo verdadero. Por eso hay que tener en cuenta dos cosas. Primero, asegurarse de que
lo que uno desea y ama sea algo objetivamente bueno. Segundo, no permitir que nadie interfiera con
mis buenas decisiones. La libertad es un tesoro muy grande. Ciertamente, con ella podemos cometer
graves errores. Pero también con ella podemos avanzar hacia el bien y la justicia.
-Entonces, ¿crees que puedo oponerme a todos?
-No lo creo, sino que estoy convencido de ello. Si lo deseas, y tu proyecto es bueno, mañana mismo
puedes dejarlo todo para irte al campo.
Hubo un momento de silencio de voces humanas. Mientras, el ruido del viento y de las hojas de
unos plátanos daba un toque especial a aquella tarde de primavera. El veterano Sócrates partió hacia
el lugar donde iba a ser juzgado y condenado a muerte. Un joven deseoso de una vida nueva y sana
descubrió el maravilloso poder de la libertad humana, capaz de superar hasta las presiones más
insidiosas para realizar los sueños albergados en el alma.