Hombre Nuevo
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José Manuel, L.C.
Diálogo entre confesores
Muchas personas le sacan la vuelta a confesarse con los curas, pero no con los
taxistas. ¡Cómo disfruto escuchando historias con mis amigos del volante!
Ambos presenciamos de todo, nosotros esperamos sigilosos en la esquina
oscura de una iglesia, mientras que los taxistas transitan y apremian por las
calles en su confesionario móvil. Si bien no se utiliza rejilla en el auto, de
algún modo se guarda el anonimato del que lleva y del que es llevado. A
ambos nos revelan historias de amor, dolor, duelo y desengaño, aunque al
final, mientras que los curas damos la absolución de los pecados sin costo
alguno, mis amigos pasan la cuenta, dolorosa penitencia que siempre se paga.
Del auto se sale igual que como se entra, mas no así del confesionario, donde
se llega con el alma cargada por las propias culpas y se sale ligero, sano y
santificado. Tengo que reconocer que ellos brindan más confort en el servicio,
ofrecen un cómodo asiento y vista panorámica, mientras que en la iglesia
hallarás un reclinatorio donde apoyarte para desahogar las penas. Siendo
ambos tan útiles para la sociedad, pidamos a Dios para que siempre haya
tantos curitas como taxis en la ciudad.
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