E L D ON DE C ONSEJO
«Todavía, por un poco de tiempo,
está la luz entre vosotros. Caminad
mientras tenéis la luz, para que no
os sorprendan las tinieblas; el que
camina en tinieblas, no sabe a
dónde va. Mientras tenéis la luz,
creed en la luz, para que seáis
hijos de luz». (Jn 12, 35-36)
Es de prudentes saber escoger el
camino que conduce al bien, y sigue las
huellas de los santos.
Es de sabios no realizar nada por cuenta propia, sino después de discernir lo que
es bueno y mejor.
La madurez personal se atestigua cuando se obra por razones superiores al
impacto inmediato, siguiendo el consejo de los que están cargados de experiencia y han
sido probados en la virtud.
El testigo no habla por propia cuenta, sino por lo que ha visto y oído. Quien de
verdad desea realizar las cosas según Dios, no se fía de sí mismo, y prefiere avanzar por
el camino de los mandatos del Señor.
Jesús atestigua la verdad de sus palabras y de su persona porque no habla por
propia cuenta, sino de lo que le ha oído a su Padre, de aquello que ha visto en el seno
entrañable de Dios.
Ven, Espíritu Santo, y concédeme el Don de Consejo para que realice aquello que
Dios me tiene encomendado, y aquello que desea que se haga a través de la mediación
de mi pobre colaboración.
Que no me ofusque en mis pensamientos pretenciosos, que intentan legitimar mi
debilidad, y justificar mi subjetivismo, sino que sepa seguir en todo la voluntad más
amorosa y positiva, la voluntad de Dios.
Que antes de actuar busque el aval que se oye en lo hondo con la paz que procede
de ti, y no me mueva por reacción primaria, instintiva, sino por decisión sapiencial,
orada, desde la escucha de tu moción interior.
Espíritu Santo, sé tú mi Consejero, te doy permiso para que no sólo seas susurro,
sino fuerte voz en mis entrañas.
“¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!
En efecto, ¿quién conoció el pensamiento de Señor? O ¿quién fue su consejero? O
¿quién le dio primero que tenga derecho a la recompensa?
Porque de él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por los siglos!
Amén.” (Rm 11, 33-35)