ALGO MÁS QUE PALABRAS
AÚN NO HEMOS APRENDIDO A CONVIVIR
Se cumple este 2012 el décimo aniversario del Día Mundial de la Diversidad
Cultural. Es buen momento, pues, para la reflexión. La campaña del pasado año se nos
invitaba a fomentar los gestos sociables con los seres de nuestra propia especie, tal vez
la búsqueda de un sentimiento común. Este 21 de mayo, se nos sigue ofreciendo la
oportunidad de valorar la propia riqueza cultural que imprime lo heterogéneo, pero que
nos requiere saber convivir con esa pluralidad que, por otra parte, cohabita con la propia
vida.
Se nos señala que debemos aumentar la conciencia mundial sobre la importancia
del diálogo intercultural, la diversidad y la inclusión. Por desgracia, el mundo entiende
más de armas que de lenguajes, de asesinatos y de ajuste de cuentas que de acogida y
hermanamientos. Es muy difícil que exista diálogo, si el abecedario de los hechos no se
sustenta en sólidas leyes morales. Se dice mucho pero se escucha poco, se promete
mucho pero se hace nada, falla la autenticidad en el deseo y el respeto por el diferente.
Para este cambio, sin duda, sobran las palabras y se precisa más espíritu de
reconciliación y fraternidad.
También se nos indica que debemos construir una comunidad de individuos
comprometida con el apoyo a la diversidad a través de gestos verdaderos y cotidianos.
Desde luego, es importante acentuar el auténtico papel democrático que imprimen sobre
la humanidad las fisonomías dialogantes y los gestos, tales como la mano tendida. La
solidaridad es un elemento clave para el desarrollo de un clima de paz. Debemos
construir puentes sobre aquello que no une, como es la vida de cada uno, para crear
juntos un futuro más seguro y próspero para todos.
Asimismo, se nos refiere sobre la necesidad de combatir la polarización y los
estereotipos para mejorar el entendimiento y la cooperación entre la gente de diferentes
culturas. Hay que ir al ser de las cosas, o si quiere al sentido común, tomar su tiempo e
intentar razonar después. La cooperación entre unos y otros llega después de entenderse
y comprenderse. No es suficiente con ponerse en contacto y ayudar a quienes padecen
necesidad, hemos de ayudarles a descubrir horizontes que les permitan reconstruir
nuevas vidas y caminar por sí mismos. Quizás el bienestar del cuerpo se implante en
una buena salud, pero el entendimiento germina del saber y, la cooperación, tal vez
radique en la socialización de ese saber.
Sea como fuere, aún no hemos aprendido a convivir, a pesar de tantos avances y
de vivir en la era de la mundialización. Tenemos que seguir conociéndonos para
reconocernos, estableciendo vínculos en los modos de vida, en los sistemas de valores,
en las tradiciones y creencias. Por ello, urge crear una ética común de convivencia entre
toda la familia humana. Es el gran desafío actual para salir de todas la crisis, también de
la económica o financiera, quizás ésta menos importante que la de la convivencia en el
planeta; puesto que si no se convive corre peligro la vida, toda vida.
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
corcoba@telefonica.net
16 de mayo de 2012.-