RELATIVIZAR TODO
Un cristiano consciente y bien formado, debe aprender a relativizar todo en su vida.
Es decir, debe dar la importancia y el puesto debido a cada cosa, persona o
acontecimiento.
En una situación de naufragio- caso del Titanic- o de un incendio, tsunami o
terremoto, es una necedad preocuparse del dinero, las joyas o bienes materiales y
no salvar la vida, que es lo principal. Pues bien, el cristiano reflexivo vive como el
que está de paso en este mundo. Sabe que camina por la vida esperando lo
definitivo, el encuentro con Dios, y procura que los bienes caducos y terrenos, no
aparten su mente y corazón de la meta de su existencia, que es su salvación eterna
y trascendente.
El tener presente la jerarquía de valores en la vida, es una actitud sabia y prudente
que nos hace dar el valor(relativizar) a todo cuanto constituye el entramado de la
existencia.
Cuántas personas se sienten atrapadas, desconcertadas y frustradas por los
eventos de cada día, propios, ajenos o del entorno en que viven. Se angustian, se
deprimen y no son felices, al no lograr paz, sosiego y tranquilidad de conciencia. El
tener y poseer es para ellos algo esencial y al no lograr nunca la plena satisfacción,
malogran su vida y hacen muy dura la vida de los demás.
Por el contrario, tenemos en la hagiografía cristina, innumerables ejemplos de
personas santas y sencillas, que fueron y vivieron felices, adaptándose a la
sabiduría infinita que dimana de la Palabra de Dios escrita en la Escritura o en la
boca y ejemplo de Jesús.
No se trata aquí, ni decimos que haya que despreciar, ni mucho menos, lo
temporal, lo físico, lo corporal y todo cuanto constituye la realidad que nos
envuelve. No somos ni superhombres ni espíritus. Caminamos con los pies en la
tierra en busca de lo eterno. Necesitamos la salud y el dinero; el alimento y el
vestido; el trabajo y el descanso; la familia y a los demás, SÍ…; pero sin hacer de
ello lo principal, lo prioritario y lo esencial del vivir.
Se cuenta que cuando el emperador Alejandro Magno, fue a ver al filósofo
Diógenes, que vivía en un tonel a la intemperie y le preguntó si necesitaba algo de
él, la respuesta fue afirmativa: “Sí, que no me quites el sol”.
Jesús de Nazaret que nació pobre, vivió pobre y murió desnudo, le dijo al joven rico
que si quería vivir feliz para siempre, que “vendiese todos sus bienes, se lo diese a
los pobres y que así tendría un tesoro en el reino de los cielos”.
Madre Teresa de Calcuta-toda una vida entregada a los más pobres de los pobres-
tenía este lema de su actuar: “Todo lo que no se da, se pierde”. ¿Cuál es el lema de
tu vida?.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTÍN.