Juan Pablo II y la Divina Misericordia
Conmemoramos ya cinco años de la muerte de Juan Pablo II, que hizo
precisamente en las fechas que ahora vivimos, al concluir la “octava” de Pascua,
en las vísperas de la fiesta de la “Divina Misericordia”, que él instituyó: ya su
encíclica sobre Dios Padre se tituló “rico en
misericordia”, como lo más propio de nuestro
Padre Dios, que nos cura de los pecados:
misericordia quiere decir poner el corazón en la
miseria de los demás (la palabra viene de
“miseria” y “corazón”). Dios se pone en mi lugar,
sufre por mis pecados en Jesús y me salva. El
mismo día de Pascua quiso Jesús darnos con el
Espíritu Santo, como regalo, el sacramento de la
reconciliación. Además de la paz que nos da la
Confesión, también nos ayuda a participar de la
misericordia y darla a los demás; es algo divino el
perdón, y llevar esta misericordia a los demás, es
llevarles a Dios, ayudarles a estar con Jesús para estar contentos, y así a su vez
perdonar. Es una invitación a ponerme en la piel de los demás, para entenderles,
para llevar a los amigos a esta misericordia sanadora.
La Divina Misericordia es quizá la devoción más necesaria en nuestro tiempo,
necesitado de esperanza. Recibió el encargo de extenderla Santa Faustina
Kowalska. El mensaje que Dios confió a esta monja fue: Él es Misericordioso y
nos ama a todos... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el
derecho que tiene a Mi misericordia". También le encargó el Señor que
difundiera un cuadro que representa a Jesús resucitado con dos rayos que salen
de su corazón, uno de plata y otro rojo. Son el agua del bautismo el de plata (y
de la confesión, que “actualiza” nuestro bautismo con el perdón) y sangre de la
Eucaristía el rojo (alimento para la Vida, la Nueva Alianza)... Del costado del
Señor manan los sacramentos, y estos dos son fuerza que nos trae la Misericordia
y el Amor que dan vida.
Veo esta devoción en continuidad con la del Sagrado Corazón que presenta a
Jesús reinando en la Cruz y que también tiene su fiesta que celebraremos dentro
de unas semanas. También ahí nacen de su costado abierto Sangre y Agua, como
salieron con la lanza de Longinos esas fuentes de salvación. La jaculatoria
encendida de esta devoción es: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”. Aquí,
en la Divina Misericordia la jaculatoria que también recibió del Señor sor
Faustina para poner en el cuadro es «Jesús, en ti confío». Se nos anima a rezar
esta invocación que es como la del Sagrado Corazón, pero más corta. Para que
siempre confiemos en Dios nuestro Padre, pase lo que pase, en una confianza
total, y llevar esta misericordia a los demás sabiendo también que así no seremos
juzgados al no juzgar a los demás. Quizá un medio de concretar eso es procurar
hacer una obra de misericordia al día.
San Juan en su carta habla en esta fiesta de la salvación que trae Jesús: “Este es el
que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y
con sangre”. Esta nota de recuerdo del bautismo está muy presente en este
domingo antes llamado “in albis” (blanco) en recuerdo de los bautizados la
noche de Pascua. La Colecta nos ayuda a esta oración nuestra: “Dios de
misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las
fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado,
del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido”.
Llucià Pou Sabaté