IMÁGENES PARA ALEGRAR EL CORAZÓN
DEL SÍMBOLO A LA REALIDAD
La cruz del caminante es el desierto humano,
antes de llegar a la tierra del verso, la eternidad.
Soy la cruz y mis circunstancias,
soy el que soy en esta tierra de agua y cielo.
La cruz del camino es el vértice de la vida,
después de traspasarlo todo es inspiración.
La cruz del mundo somos nosotros,
y por nosotros Jesús lleva la cruz, nos trae la paz.
La cruz de Cristo es la cima del amor y del amar,
y por encima de su pasión nada es, ni está vivo.
Únicamente abriéndose a la devoción de la cruz,
surge el encuentro del peregrino con el sol.
De la luz venimos y a la luz vamos,
las luces de la razón iluminen los días y las noches.
Somos un río de lámparas en busca de cariño,
la llama que nos llama hacia el corazón de la cruz.
Sin la cruz no seríamos nada, y lo somos todo,
que cada cual tome la suya y camine consigo mismo.
Si la sociedad te crucifica, la cruz te redime.
Sí la sociedad te martiriza, Jesús va contigo.
La cruz es la que transforma los caminos
y nos transfigura el pensamiento.
La misma cruz nos enseña a compartir
el desconsuelo con el consuelo de Dios.
Dios mío, Dios mío, qué cruz más grande,
la del peso de la vida cotidiana,
pero más grandioso es tu entrega, lo sé,
que nos libera de las fuertes prisiones humanas.
Con la cruz de Cristo el hombre se crece,
y la tierra y el cielo se achican,
aquel que lo entienda que lo propague,
que el ser humano tiene sed de esperanza.
Pensad los sedientos que, por la cruz, se llega
a la poesía, de la que nunca debimos alejarnos.
Apartarnos de abecedarios que nos enternecen
o que nos despiertan, es tan cruel como necio.
No hay necedad mayor que no querer ver la cruz,
ni crueldad más torpe que no querer oír a Dios.
Sabed que, bajo la cruz de Jesus, nadie se siente vacío;
es Dios quien nos acompaña y el que nos abraza,
sólo hay que perseguir su silencio y seguir su soledad.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
14 de abril de 2012