Adicto confeso
Pues sí mi estimado lector: soy un adicto y lo confieso paladinamente.
Soy adicto a Jesús de Nazaret y al Padre Creador, Sostenedor y Salvador de los
hombres. Como sé que esta película de la vida no termina como si fuéramos
gusanos, estoy en paz con Dios y confío totalmente en Él. Y en esta esfera de la
vida gozo de un vivir excelente.
No me importa ser adicto a lo que creo que me da la felicidad, que tantos
buscan en porquerías, corriendo tras de vicios y quejándose todo el tiempo, por no
poder conseguir lo que yo consigo desde hace muchos años. Y no me sobra el
dinero precisamente.
La renuncia, cuando no es exhibición de falsa superioridad es una manera
muy útil para ser feliz. Yo he sopesado y valorado lo que puedo hacer en la vida,, y
me he dado cuenta de que con plena confianza en Dios y la devoción de mi, y a mi
familia, consigo estar siempre contento y alegre, y así puedo relacionarme con mis
amigos, vecinos, etc.
Es cierto que algunas veces meto la pata, y digo o hago algo
inconveniente y algo inadecuado, pero noto que mis amigos lo echan al lado
bueno. Aunque algunas veces me consideren un papanatas, la mayoría me
consideran un tipo bastante potable.
Igual que a usted, también me gustan las mujeres, (las guapas me
dislocan) un buen automóvil, etc. y también me encanta el chocolate. Como no
puedo comer azúcar, tengo que renunciar a tan rico manjar, aunque a veces peco
en este asunto y me zampo (a escondidas de mi esposa) una tableta de un tirón.
De esto me acuso y de otras cosillas más que no voy a decir por mi mucha
discreción.
Puedo subirme al balcón del Ayuntamiento, y confesar mis pecados a la
gente que quiera escucharlos, o tal vez no lo haría, porque mis acciones no
pringuen a otras personas. Yo tenía en otros tiempos mis hormonas como
cualquiera, y comprendo muy bien a los que por erogar interiormente hormonas
equivocadas, se encuentran en grandes apuros.
A estos los comprendo, como comprendo también a los que por tener una
gran concentración excesiva de hormonas, son víctimas de adicciones de otra
índole. Créame que estas personas sufren enormemente por su condición física y
mental. Tal vez usted mismo.
Lo que no acepto, es que los que tienen por nacimiento una determinada
clase de hormona o algún que otro elemento determinante, se entreguen por
completo a usarse en determinada forma de sexo por esa causa.
Los cristianos no pueden aceptar esta clase de prácticas. Creemos que se
pueden sublimar estas tendencias, que hay que reconocer que son terriblemente
fuertes. Comprender no es lo mismo que justificar, así como entender el poder
hormonal, es necesario para discernir las acciones de mucha gente.
Cuando se tiene una moral que nada tiene que ver con la cristiana, se
hacen las cosas de otra forma distinta. Los cristianos tenemos que superar estas
tendencias, sean de homosexualidad o de heterosexualidad.
Yo soy heterosexual, y sin embargo me he encontrado con ocasiones (por
parte mía o de otra persona), en las cuales he tenido que superar momentos muy
apurados. He pasado por lo que no era, pero aquí me encuentro a mi edad, ya
pasadas las fiebres de la juventud. Y ya está bien de rollo.