INCOHERENCIAS DE CRISTIANOS ANTE LA PALABRA DE DIOS
Todos cuantos de algún modo nos llamamos cristianos, además de bautizados con
uso de razón, tendríamos que ser, por imperativo de nuestra condición de
seguidores de Cristo, coherentes con lo que creemos y practicamos; sentimos y
vivimos.
La realidad es bien otra. El dicho popular afirma que “una cosa es predicar y otra
dar trigo”( para curas y demás predicadores). La ruptura del nexo, entre la fe y las
obras; lo que se cree y se vive; constituye a la inmensa mayoría de cristianos-con
rarísimas excepciones- en personas incoherentes, inconsecuentes y además en
PECADORES.
Bien alto y claro lo decimos todos-desde el Papa al último monago- en la
celebracin de la misa (¡lo más sagrado¡): “Yo pecador me confieso a Dios y ante
vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y
omisin, por mi culpa…”. No es esta confesin, ni mera retrica, ni tampoco hacer
teatro, sino la constatación más clara, rotunda y universal, de que todos, ante Dios
somos incoherentes pecadores. A lo largo de la celebración repetimos todos:
“Porque SOLO TÚ eres santo”, y por si fuera poco por tres veces, proclamamos:
“Santo, Santo, Santo es el Seor, Dios del universo”…
Queda pues, claro que ningún humano se libra de ser o haber sido en su vida, por
muy cristiano que se crea, alguien incoherente y pecador.
No valen aquí las comparaciones, justificaciones ni distinciones. La Palabra de Dios,
escrita en la Sda Escritura; o encarnada en la persona de Jesucristo, nos juzga a
todos.
Nadie está por encima de ella, ni excluido de este juicio, como quien se mira ante
un espejo. La Palabra de Dios, infinitamente justo, sabio, poderoso y
misericordioso, es la que nos juzga a todos y resuena en la conciencia, rectamente
formada, de cada persona.
Asumida esta realidad te invito, amable lector, a que sin más preámbulo te
adentres en el contenido de este texto del N. T. “Cristo se ha manifestado una sola
vez, al final de la historia para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por
cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte el
juicio.. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los
pecados de todos. La segunda vez, aparecerá sin ninguna relación al pecado, a los
que lo esperan, para salvarlos” (Hebr.9, 28). Esta es la fe de la Iglesia y de cuantos
formamos la comunidad cristiana. Termino con una frase de S. Agustín, aplicada a
todos los bautizados:” Dios que te cre sin ti, no te salvará sin ti”. Obremos pues,
en consecuencia y no seamos incoherentes.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.