EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA Y SU
REDACCIÓN
(CEC)
El
Catecismo de la Iglesia católica
(en latín
Catechismus Catholicae Ecclesiae
,
representado como "CCE" en las citas bibliográficas o “CEC”) es la exposición de la fe
de la Iglesia y de la doctrina católica.
Es uno de los dos catecismos de la Iglesia Universal que han sido redactados en toda
la historia (el otro es el del Concilio de Trento, siglo XVI), por lo que es considerado
como la fuente más confiable sobre aspectos doctrinales básicos de la Iglesia católica.
La redacción de este catecismo, junto con la elaboración del nuevo Código de Derecho
Canónico representan los documentos más importantes frutos de la renovación iniciada
en el Concilio Vaticano II y que se han convertido en textos referenciales sobre la
Iglesia católica y documentos trascendentales para la historia de la Iglesia
contemporánea.
El Catecismo es un texto de dominio público para la Iglesia Universal, es decir, es un
documento que puede ser consultado, citado y estudiado con plena libertad por todos
los integrantes de la Iglesia católica para aumentar el conocimiento con respecto a los
aspectos fundamentales de la fe. De la misma manera es el texto de referencia oficial
para la redacción de los catecismos católicos en todo el mundo.
La redacción del catecismo
El Catecismo de la Iglesia Catlica ha sido escrito “en orden a la aplicacin del Concilio
Vaticano II” (Constitucin
Fidei Depositum
), pero la iniciativa de realizarlo no partió del
concilio sino del Sínodo extraordinario de los Obispos reunidos en 1985 para
conmemorar el vigésimo aniversario de la clausura del concilio.
José Manuel Estepa Llaurens, uno de los participantes cuenta que, atendiendo el deseo
del Sínodo en 1986 el Papa convocó a una Comisión de doce obispos lideradas por el
cardenal Joseph Ratzinger para preparar el proyecto del Catecismo. Comenzó su tarea
noviembre de 1986.
El 10 de Julio de 1986, se creó una comisión de doce Cardenales y Obispos, a quien
competía decidir las líneas de trabajo y aprobar los textos resultantes. Ellos abrieron la
consulta a toda la Iglesia a través de todos los obispos católicos y los institutos de
teología y de catequesis.
Una de las primeras cuestiones que abordaron fue la de examinar quién debía escribir
el libro; quizá éste fue el problema inicialmente más difícil de resolver: "la decisión
fundamental se fijó rápidamente. El Catecismo no debía ser escrito por eruditos, sino
por pastores" (Ratzinger y Schönborn,
"Introducción al Catecismo de la Iglesia
Católica"
, Ciudad Nueva, 1994, p. 24).
En ese mismo otoño de 1986, ya se estableció contacto con los seis obispos
redactores, invitándoles a que cada uno enviara sugerencias sobre el esquema
temático y expresara de qué sector o parte prefería ocuparse, de las tres partes en las
que, en principio, se estructuraría el texto. Cuando más tarde se decidió dedicar una
parte del Catecismo a la oración, se optó porque la redacción se encomendara al padre
Corbon, de Beirut (Líbano), decisión del Cardenal Ratzinger que agradó a todos.
La designación del Padre Christoph Schönborn, dominico de la Universidad de Friburgo
(Suiza), como Secretario de redacción, transcurrido un año del trabajo, fue un
formidable acierto para avanzar en el camino. Ratzinger decía, repetidamente, que "era
más fácil dar el encargo de redactar el Catecismo -y aceptar el encargo- que cumplirlo".
El proyecto fue distribuido a los episcopados de todo el mundo y a los Institutos de
Ciencias Eclesiásticas, que formularon más de 24,000 observaciones o enmiendas. Por
eso se puede decir que es fruto de una colaboración de todo el Episcopado de la
Iglesia. Por eso Juan Pablo II declaró que se puede decir que el Catecismo es fruto de
toda la colaboración del episcopado de la Iglesia católica.
Durante 6 años se estuvieron revisando las aportaciones de la iglesia mundial, a la par
que se iniciaban los trabajos de redacción. Se realizaron nueve versiones del texto,
incluyendo las modificaciones de teólogos y expertos de todo el mundo. Durante 6 años
se estuvieron revisando las aportaciones de la iglesia mundial, a la par que se iniciaban
los trabajos de redacción. Se realizaron nueve versiones del texto, incluyendo las
modificaciones de teólogos y expertos de todo el mundo.
El 11 de octubre de 1992 se publica en francés el
Catecismo de la Iglesia católica
como una exposición oficial de las enseñanzas de la Iglesia. En 1993, una nueva
comisión, liderada por Ratzinger, se encargó de recibir las numerosas modificaciones
recibidas de todo el mundo de esta primera versión con el fin de redactar en latín el
texto definitivo, proyecto concluido con la publicación de la versión latina oficial en 1997
(cfr. Enc. Wikipedia).
Hubo opositores, sobre todo entre los teólogos, porque en la década de los setenta, "se
difundió cierta aversión a los contenidos permanentes y el antropocentrismo lo dominó
todo" (Ratzinger).
En ninguna época ha sido tan importante como hoy el instruirse en religión. Dar
catequesis y enseñar la diferencia entre el bien y el mal es el más grande de los
apostolados. Este trabajo depende en un 99% de Dios y en un 1% de nosotros. El
profeta Daniel escribi: “los que ensean a otros la religin, brillarán como estrellas por
toda la eternidad” (12,3). Luego, hay que estudiar y memorizar. Escribía un sabio:
“ensear catecismo sin hacer aprender nada de memoria es formar ateos”.
Estructura
: El CEC tiene una estructura formada por cuatro pilares: credo,
sacramentos, moral y oración (tomó este esquema del Catecismo Romano o de Trento).
Ser catequistas
La primera cualidad para ser buen catequista está en su buena conducta. El Papa Pío
XII decía:
“Los nios tiene malos oídos para escuchar, pero muy buenos ojos para
observar”
. Si quieres enseñar a ser amable, sé amable. La segunda cualidad del
catequista es la piedad. La piedad consiste en saberse hijos de Dios y tratarle como
Padre, con amor, y en ser agradecidos. Si quiere que los demás amen a Dios ha de
empezar por amar él mismo a Dios. La tercera cualidad es la convicción profunda.
Cuando uno está convencido de lo que dice, se vuelve orador sin darse cuenta y
convence a los oyentes. “El nombre de cristiano exige una adhesin irrevocable a las
verdades enseadas por Jesucristo” (CEC, 88).
La cuarta cualidad es
amar a los alumnos
. Sin amor ni el niño ni el adulto aprenden. A
la gente no se le puede hacer el bien si no se le ama. Hay que pedirle a Dios el amor al
prójimo ya que es un don sobrenatural. La quinta cualidad es la paciencia. San Antonio
Claret enseñaba hasta doce horas diarias sin sentir agotamiento porque estaba
enamorado de Cristo y de las almas.
Otra cualidad importante es la de tener el hábito del estudio. De acuerdo con la
UNESCO, Japón tiene el primer lugar mundial, con el 91% de la población, en el
desarrollo del hábito de la lectura. En segundo lugar se encuentran Alemania y Francia,
con un 67%, y después Estados Unidos, con un 65%. Mientras en México se calcula
que únicamente el 4% de la población cultiva el gusto por la lectura.
Los que han hecho de la Universidad su forma de vida –dice Alejandro Llano- son los
que saben que el estudio es el
método más adecuado para cambiar la sociedad desde
dentro
. La sociedad se mejora en el intenso silencio de las bibliotecas, en la atención
concentrada de los laboratorios, en el diálogo riguroso y abierto de las aulas, en el
servicio solícito de las oficinas y talleres, en la atención delicada y tenaz a los enfermos
(Apertura de Curso 1995-96, Universidad de Navarra.).
Una persona me dijo que no lo leía porque ya había hecho su Primera Comunión. El
Catecismo es para la consulta de personas adultas y sacerdotes. El Papa Benedicto
XVI recomendó la lectura del catecismo incluso a los Obispos y la recomienda a todos
los laicos. No está hecho para los niños; aunque se han hecho ediciones infantiles a
partir del catecismo original.
Elaborar preguntas
Una persona me dijo que no lo leía porque ya había hecho su Primera Comunión. El
Catecismo es para la consulta de personas adultas y sacerdotes. El Papa Benedicto
XVI recomendó la lectura del catecismo incluso a los Obispos y la recomienda a todos
los laicos. No está hecho para los niños; aunque se han hecho ediciones infantiles a
partir del catecismo original.
A veces las personas plantean: ¿Qué fue lo que sucedió en el paraíso? ¿En qué
consistió el pecado original? El Catecismo lo explica maravillosamente cuando dice que
el primer pecado consistió en que
“el hombre dej morir en su corazn la confianza
hacia su creador”
(n. 397)
. En este pecado “el hombre se prefiri a sí mismo en lugar de
Dios, y por ello despreci a Dios”
(n. 398).
El Evangelio dice que los limpios de corazón verán a Dios (Mateo 5,8). ¿Quién es limpio
de corazón?
Los “corazones limpios” designan a los que han ajustado su inteligencia y
su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la
caridad, la castidad o rectitud sexual, el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe. Existe
un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la de la fe”
(n. 2518).
El catecismo habla de una “vocación universal a la oración”. ¿En qué consiste? Lee los
números 2566 y siguientes. Sobre las Ofensas a la dignidad del matrimonio lee los
números 2387 y siguientes. ¿Y qué dice sobre los homosexuales? Lee los números
2357 a 2359.
Se recomienda leer la Carta Apostólica por la que se aprueba la edición típica latina del
Catecismo, escrita por Juan Pablo II, de 1997, que precede al Catecismo en las
ediciones posteriores a 1997, y un pequeño libro: Joseph Ratzinger, Christoph
Schönborn,
Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica
. Ciudad Nueva 1994.
Si desea saber más sobre la historia de su redaccin, lea “¿Cómo se elaboró el
Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio?” Por José Manuel Estepa, en
www.almudi.org
(son 22 folios).
Lo importante es entender con mayor profundidad que Dios nos ama. Decía Chesterton
que tantas cosas se vuelven santas sólo con volverlas del revés. Creer en que
Jesucristo es el Hijo de Dios es darse cuenta de que es Él quien ha creído antes en
cada uno de nosotros. Quizás muchos que desprecian o se muestran indiferentes ante
la doctrina cristiana se asombrarían si percibieran el amor con que Cristo les estima;
pero esto es ya un don de Dios. Un don que otorgará, sin duda, a todo aquél que lo
busque sinceramente.