¿Será que Dios es difícil?
P. Fernando Pascual
3-3-2012
El corazón humano está hecho para Dios. Así lo explica el Evangelio, así lo enseña la teología, así
lo sentimos en momentos particulares de la propia vida.
Sin embargo, muchos viven como si Dios fuese un extraño, un desconocido, un obstáculo, incluso
un enemigo.
Piensan y deciden cada día como si hubiera mil cosas más importantes. Dios, al máximo, es visto
como si fuera un satélite lejano. Otros lo ven como un residuo de civilizaciones superadas por el
avance de las ciencias y la tecnología. Otros llegan a pensarlo como un enemigo de la propia
libertad, un obstáculo para la realización personal y social.
¿Por qué ocurre esto? Cada ser humano camina según experiencias e ideas, encuentros y
esperanzas. Lo inmediato se toca y se palpa continuamente. Parece más real un aparato electrónico
o una sopa de verduras que un Ser que vive en un cielo desconocido, lejano, misterioso.
En cada elección quedamos marcados por lo que hacemos o por lo que dejamos de hacer. Nuestra
mente y nuestro corazón perciben resultados concretos. El placer refuerza un comportamiento. El
dolor nos aparta de lo que catalogamos como obstáculo para la propia felicidad.
Dios, ¿tiene un lugar en el frenesí moderno? ¿Quedan rendijas en la vida humana para un ser tan
poco visible? ¿No resulta difícil entregar parte de nuestro tiempo y de nuestro corazón a quien no
vemos, ni sentimos, ni palpamos?
La aparente lejanía de Dios, sin embargo, no es suficiente para apagar una luz interior que brilla en
momentos concretos de nuestra vida. Tras un accidente, una enfermedad, un fracaso en las
relaciones con amigos o compañeros, se hace más palpable que sin un Dios real y cercano la vida
sería simplemente un juego de fuerzas y fortunas donde unos ríen y otros lloran, unos triunfan y
otros sucumben.
¿Es eso el existir humano? ¿O podemos abrir ventanas a horizontes infinitos, posibles sólo si hay un
Dios bueno, omnipotente, interesado por la vida de cada uno de sus hijos?
Este día tendrá sus momentos de exaltación o sus ratos de angustia. Si vamos más allá de lo
inmediato, si rompemos con apegos a lo material que encallan el alma en lo que pasa fugazmente,
seremos capaces de dejar espacio a un Dios que busca, que espera, que ofrece, que cura, que salva.
Entonces percibiremos que Dios no es difícil, porque es Alguien cercano, humilde, lleno de cariño.
Tan cercano que el Padre envió a su Hijo al mundo para salvarlo. Tan humilde que Cristo puso sus
manos en un madero y fue crucificado. Tan lleno de cariño que continuamente me ofrece,
respetuosamente, el consuelo incomparable de su misericordia eterna.