Querer ayudar sin saber cómo
P. Fernando Pascual
18-2-2012
Vemos el problema. Sentimos un deseo íntimo de tender la mano. Pensamos cómo hacerlo, pero
todas las puertas parecen cerradas.
Si hablo, ¿qué palabras decir? ¿Cómo encontrar la manera para ser aceptado? ¿En qué modos dar a
entender que busco el bien del otro? ¿Cómo superar prevenciones, miedos, suspicacias?
Si callo, ¿no seré interpretado como un cobarde? ¿No pensarán que soy indiferente al sufrimiento
ajeno? ¿No dirán que prefiero evitar problemas para encerrarme en mi mundo de egoísmos?
Si escribo, ¿qué ocurrirá con las líneas que prepare? ¿A quién llegarán? ¿Seré capaz de expresar con
tacto, con claridad, una idea que, espero, sirva para ayudar al otro?
Además, hay ocasiones en las que ni yo mismo veo caminos abiertos para salir del túnel. Los
problemas están allí. Hacen sufrir a un familiar, a un amigo, a un compañero de trabajo. Pero, ¿hay
solución? Me duele no ver la manera concreta con la que acompañar a quien sufre, tal vez muy
cerca de mi vida.
A pesar de todo, queda siempre abierta la posibilidad de rezar. Es entonces cuando alzamos el
corazón hacia el cielo, cuando suplicamos al Padre de la misericordia, ayuda, luz, fuerza, consuelo
para quien lo necesita, para quien queremos sea auxiliado.
Quiero, Señor, tender la mano. No sé cómo. Suple, pues, mis límites, y no dejes sucumbir a mi
hermano en la tristeza, en la amargura, en el odio, en el pecado. Dame fuerzas para saber estar a su
lado, para encontrar modos concreto de acompañarle en su pena, para acercarlo a Ti, Padre bueno.
Permíteme, más allá de mis límites, ser un buen samaritano. Enséñame a compartir ese Amor tan
grande que has puesto en mi vida. Un Amor que deseas ofrecer también a cada uno de mis
hermanos más pequeños...