Abrir el corazón a los valores
P. Fernando Pascual
11-2-2012
Otra vez basura fuera de sitio. Parecería tan fácil dejar cada cosa en su lugar: plásticos con
plásticos, papel con papel, orgánicos con orgánicos. Pero las prisas, o el descuido, o el desorden, o
la pereza, llevan a tirar las cosas como a uno se le ocurre.
Lo que pasa con la basura pasa también con asuntos mucho más importantes. Hay quien no percibe
que molesta a su compañero de trabajo. Otro no es capaz de descubrir que nunca da las gracias
cuando le hacen un favor. Aquel no entiende que las señales de tráfico, si están bien puestas, ayudan
a la convivencia entre la gente. Y un esposo o una esposa ya no recuerdan lo hermoso que es ofrecer
un gesto de cariño en el día del cumpleaños de su cónyuge.
El mundo en el que vivimos nos ha llenado de prisas, de preocupaciones, de angustias. Quedamos
encadenados por Internet, por libros, por programas de televisión, por juegos con los amigos.
Mientras, valores buenos, valores bellos, valores grandes, quedan relegados al armario del olvido, o
a la lista de “pendientes” que nunca llegan a ser atendidos.
Solo si reconocemos que hemos perdido el norte y que estamos atrapados por caprichos, egoísmos y
perezas destructoras podremos empezar a quitar ese polvo acumulado en el alma que nos impide ver
tantos valores que necesitan ser atendidos.
Entonces abriremos el corazón a lo bueno y lo bello. Dejaremos de leer el periódico para escuchar a
un familiar que necesita ser consolado. Apagaremos la computadora para arremangarnos y limpiar a
fondo la cocina. Tomaremos en serio los carteles de la basura diferencia para que haya más orden
en el edificio y en el barrio. Dejaremos de vivir atrapados en una interminable serie televisiva para
dedicar lo mejor del propio tiempo para hablar un rato con un Dios que espera, pacientemente, que
uno de sus hijos le dé las gracias y le pida esa ayuda que tanto necesita para vivir a fondo el
Evangelio.