Historia de la Salvación
Rebeca Reynaud
La verdadera historia es la historia de la salvación. La verdadera historia la hacen
los santos, dice Juan Pablo II.
¿Cual es la diferencia entre el cristianismo y las demás religiones? … En
todas las religiones se ve que el hombre busca a Dios, en el Cristianismo, Dios
busca al hombre , sale a su encuentro, se encarna y vive entre los seres humanos.
La clave para comprender la naturaleza y el mensaje de los libros sagrados es
Jesucrist o [1] .
Dios se ha revelado a los hombres en el marco de una historia llamada “Historia de
la Salvación”. Dentro de la historia visible y documentable del mundo, se desarrolla
otra Historia, cuyo hilo conductor, al contrario de lo que sucede con la historia
humana, no es la guerra, la paz o los hechos sobresalientes de los hombres, sino
las “invenciones” de Dios, los marabilia Dei ; las intervenciones maravillosas y
benévolas de Dios. “La venida de Jesús en la Encarnación marca en ella un salto
cualitativo [2] . Todos los gestos realizados por Jesús, incluso su silencio y la vida
cotidiana en Nazareth, forman parte de esa Historia. Su tiempo es el “centro del
tiempo” o la “plenitud de los tiempos”. Pero la Historia de la Salvación continúa
después de Él y nosotros también formamos parte de ella. La vida de cada uno es
una parte pequeña de esa Historia de la Salvación, es una historia de salvación. La
segunda venida de Cristo marcará un nuevo salto de nivel en esta Historia.
Joseph Ratzinger dice que: “La creación se hizo para ser espacio de oración (... ) [3] .
Podemos decir: Dios ha creado el mundo para iniciar con el hombre una historia de
amor” .
El Papa Benedicto XVI habló después de los tres puntos cardinales del tiempo que
jalonan la historia de la salvación: la creación, la encarnación-redención y la
parusía, que comprende también el juicio universal. “Pero estos tres momentos,
explicó, no pueden entenderse como una simple sucesión cronológica. La creación
es el origen de todo, pero es continua y se lleva a cabo en el arco del devenir
cósmico, hasta el final de los tiempos. Del mismo modo, la encarnación-redención,
que acaeció en un tiempo histórico que fue el paso de Jesús por la tierra, extiende
su radio de acción a todo el tiempo precedente y a todo el siguiente. A su vez, la
última venida y el juicio final, anticipados en la Cruz de Cristo, ejercen su influjo en
la conducta de los seres humanos en todas las épocas. (cfr. Mensaje del Ángelus de
Adviento, 3-XII-2008).
Dios se ha manifestado con palabras, a través de los profetas y otros
escritores sagrados, pero también con hechos que respondían a las palabras y las
ilustraban. Al subrayar que Dios se revela no solo con palabras, sino también con
obras, afirmamos que existe una hermenéutica teológica de la historia, que
apoyada en la Revelación pone en evidencia el modo de realizarse del plan salvífico
de Dios en el tiempo.
Además, Dios revela las cosas progresivamente. Esta ley de progresión es
evidente, por ejemplo, en los preceptos morales del Antiguo Testamento, que se
ajustaban a las costumbres y a los tiempos, y destaca de modo especial en lo que
se refiere a la esencia misma de Dios. Sólo en el Nuevo Testamento, de hecho, se
manifiesta que el Dios Único es Trino en Personas, que al lado de Dios Padre
existen el Hijo y el Espíritu Santo. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento hay
cierta continuidad y cierta discontinuidad que se puede expresar con los siguientes
modelos: preparación-cumplimiento; figura-realidad; imperfecto-perfecto; anuncio
o profecía-realización. Esta revelación progresiva es una manifestación de la
pedagogía divina que fue revelándose a los hombres poco a poco, de acuerdo con lo
que en cada momento eran capaces de entender. Por eso dice el Concilio Vaticano
II que «el fin principal de la economía antigua era preparar la venida de Cristo,
redentor universal, y de su reino mesiánico, anunciarla proféticamente,
representarla con diversas imágenes.
La salvación arranca del pecado original del hombre y su extensión a toda la
naturaleza. Dios había establecido desde la eternidad que el hombre y el cosmos
recuperarán su situación original y consiguieran una dignidad todavía mayor
mediante la Encarnación del Hijo, Segunda Persona de la Trinidad. La venida del
Espíritu Santo, la Tercera Persona , completa y lleva a cabo la obra iniciada por el
Hijo y, a través de la historia, la transmite de generación en generación para que
llegue a todos los hombres.
Las etapas de la historia de la salvación
La salvación, pues, tiene una naturaleza histórica, en el sentido que la
misericordia de Dios gobierna y dirige los acontecimientos. Primero, para preparar
la venida del Redentor, y después para aplicar los frutos de la Redención realizada
en la Cruz. La historia de la salvación es la historia de las sucesivas alianzas que
Dios quiso establecer con los hombres después de la caída.
Cristo, plenitud de la Revelación
El plan divino de la salvación, del cual la Revelación es una parte, tiene un
centro, que es a la vez una culminación y una «recapitulación», y ese centro es
Cristo, Dios y hombre verdadero.
En la historia humana hubo una larga preparación a la venida del Salvador;
esta preparación tiene dos aspectos: en el pueblo elegido corresponde a la espera
del cumplimiento de las promesas de espera salpicada de reflexiones de los sabios
y profetas, que van creando un clima cada vez mas espiritual en el Judaísmo, hasta
llegar al mesianismo trascendente y apocalíptico, a la noción de Sabiduría divina, a
la concepción del Espíritu de Dios como casi una Persona subsistente, a las
especulaciones relativas a la Palabra de Dios. Esta preparación explica el surgir en
Israel de corrientes de espiritualidad más elevadas y despegadas de los bienes
materiales.
La Iglesia continúa la misión de Cristo
Hasta la Resurrección del Señor había discípulos pero no había Iglesia. La
unción del Espíritu Santo sobre la Iglesia es un don de Cristo resucitado (Io 7, 38-
39).
Cristo encargó a los Apóstoles que fueran testigos suyos, de su Muerte y
Resurrección, que predicaran el Evangelio a todas las criaturas, hicieran discípulos y
los bautizaran en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Mt 28,18-
20; Mc 16,15). La historia de la salvación, por lo tanto, es la historia de las
intervenciones salvíficas de Dios. En otros términos, podemos decir que la historia
de la salvación es el desarrollo del plan divino de la salvación, plan que se cumple
en el tiempo a pesar de estar establecido desde la eternidad (F. Varo).
La Iglesia es la Asamblea o reunión de aquellos a quienes convoca la Palabra
de Dios para formar el pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo,
se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo (CEC 777).
Cristo y la Iglesia son inseparables. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, es el
fruto en la historia de la misión del Hijo. Es el fruto de su Muerte y de su
Redenció n [4] . Si se le separa, se introduce una fractura y no entendemos el misterio
que se nos ha manifestado. Aquí hay un principio dogmático: En Cristo es
inseparable su ser y su misión . Allí está toda la Cristología y toda la Eclesiología
condensadas. La acción redentora de Jesucristo podría haber sido otra cosa. Se
encarnó para eso. La Iglesia es la única institución que tiene más de 2 mil años de
existencia.
La vida de la Iglesia depende de la inhabitación del Espíritu Santo en cada
uno de sus miembros. El Espíritu es la explicación última de su vida de fe y de
esperanz a [5] .
La Iglesia ha dejado un increíble rastro de luz a lo largo de la historia. La
acción del Espíritu Santo ha transformado a millones de hombres y mujeres y ha
suscitado hechos heroicos.
Los seres humanos tenemos, en general, la mentalidad y los defectos de la
época en que vivimos y, además, debilidades personales, que son las mismas en
las distintas épocas. Lo sorprendente es que la gracia de Dios permita vivir por
encima de los defectos de la propia época. “Por muy sacudida que parezca, en ella
navegan, no sólo los discípulos, sino el mismo Cristo”, concluye San Agustín (Sermo
64).
Si amamos a la Iglesia, no surgirá nunca en nosotros ese interés morboso de
airear, como culpa de la Madre, las miserias de algunos de los hijos. Demostraría
poca madurez el que, ante la presencia de defectos y de miserias, en cualquiera de
los que pertenecen a la Iglesia –por alto que esté colocado-, sintiese disminuida su
fe en la Iglesia y en Cristo. La Iglesia está gobernada por el Espíritu Santo y el
Señor estará con ella hasta la consumación de los siglos (Cf. Mt 28,20).
Dios quiso constituir un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera
santamente. Dios hace una alianza con Israel. Esto lo realizó como preparación y
figura de la nueva alianza que había de efectuarse en Cristo. En Rom 11, 13-26 se
lee que Cristo busca la reconciliación entre judíos y gentiles.
La comunidad cristiana tiene experiencia de que Israel no ha aceptado al
Mesías. Jesús anunciaba que a Israel le sería quitado el reino y entregado a otro
pueblo (Mt 21, 43). La Iglesia es el verdadero Israel, el nuevo Israel (Rom 2, 28-
29).
¿Ha rechazado Dios a su pueblo? De ninguna manera. Dios es fiel a sus
promesas, pero no basta ser hijo natural de Abraham para heredar (de las piedras
puede sacar hijos de Abraham. El pueblo judío sigue teniendo una misión.
Los judíos rechazan a Cristo, que es el fin de todo el AT (Rom 9, 30-33). Por
eso sus privilegios pasan ahora a los cristianos.
Hay que tomar en cuenta que no hay equivalencia entre ser miembros de la
Iglesia y ser elegidos del Cielo. Hay quienes perteneciendo a la Iglesia no se
salvarán p.e. los pseudoprofetas que expulsaron demonios (Mt 7, 22ss); y hay
quienes aparentemente no son de la Iglesia y se salvarán (Mt 25, 31-46). Se
salvarán los justos (Mt 13, 41-43).
El pecado es una triste realidad. Esta es la aflicción de la Iglesia, que no
todos los llamados se muestran dignos y ejemplares. Hay escándalos, cizaña, falsos
hermanos, ovejas perdida. Por eso desde su origen la Iglesia ha predicado siempre
una invitación a la metanoia , a la conversión, a la reforma interior y de las
costumbres.
Todos estos males no rompieron la unidad de la Iglesia. Sólo hubo separación
frente a los herejes y viciosos (I Cor 5, 11, 1 Io 2, 19), y aún con estos el pastor
tenía que emplear su solicitud para atraerlos al redil.
Reino de Dios
La meta última del plan de Dios no es la Iglesia, sino del definitivo reinado de
Dios, al cual la Iglesia llegará al fin de los tiempos. La celebración eucarística es
una anticipación del “comer y beber a la mesa de Jesús en su reino” (Lc 22,30). La
Eucaristía anuncia la venida del Señor hasta el Él vuelva (1 Cor 11, 26). Los
miembros de la iglesia están redimidos pero todavía no están salvados. Lo tiene
todo y todavía no posee nada.
Lectura de la Biblia
Las Sagradas Escrituras no son el fundamento del Cristianismo, como si éste
fuese una religión del libro. El Cristianismo es “la religión de la Palabra ” de Dios, no
de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo CEC n 118) .
SEGUIMOS A UNA PERSONA, NO UNA DOCTRINA.
Ser dóciles al Espíritu Santo implica fidelidad a la Iglesia, la comunidad de salvación
fundada y querida por Jesucristo, pues esos textos han sido confiados a la Iglesia
para alimentar su fe y guiar su vida de caridad.
[1] Cf. Conc. Vaticano II, Dei Verbum, n. 13.
[2] Félix María Arocena, En el corazón de la liturgia, Pelícano, Palabra, Madrid
1999,p. 415.
[3] J. Ratzinger, En el principio creó Dios , EDICEP, Valencia 2001, p. 43.
[4] Clase a profesoras, 27 julio 1996 del Prof. Antonio Aranda.
[5] Cf. Juan Luis Lorda, Para ser cristiano , Patmos 1996, Madrid, p. 245ss.