Vivir el amor humano
Vivir el amor humano “es vivir para darse, dice Juan Manuel de Prada en un artículo
sobre el „Amor humano‟, sacrificarse por otra persona, amarla a pesar de sus
defectos”, incluso “a causa de sus defectos”, nos atrevemos a decir con san
Josemaría Escrivá. Solo es posible cuando el amor humano se conjuga y amalgama
con el amor eterno. La idolatría del ser amado acaba conduciendo, tarde o
temprano, a la indiferencia, el hastío o la repulsión. El auténtico amor acoge al ser
amado no como un dios, sino como un don de Dios. No lo confunde nunca con Dios,
pero no lo separa nunca de Dios. Escribe Dante, al referirse a Beatriz: “Ella miraba
a lo alto y yo la miraba a ella”; y Víctor Hugo definía así la experiencia del amor:
“Sentir cómo el ser sagrado se estremece en el ser querido”. Solo así los esposos
pueden conservar eternamente alma de novios. Y es que, para amar a un ser lleno
de imperfecciones, como somos cada uno de nosotros, es preciso amarlo más allá
de sus propias imperfecciones, amarlo como “mensajero” de una plenitud que le
sobrepasa.
Jesús Domingo Martínez