Así se predica
Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo,
les rogaba que les diese limosna.
Pedro con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
Entonces, él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.
Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy;
en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda,
Y tomándole por la mano derecha, lo levantó;
y al momento se le afirmaron los píes y tobillos.
Ni Juan ni Pedro tenían oro ni plata, pero
tenían el poder de Dios
con ellos, y en
el
nombre de Jesús
hicieron el milagro. Quizás si hubieran tenido oro y plata que
ganar o perder, no se hubieran atrevido a intentarlo. Pero no lo tenían… y lo
hicieron. En el nombre bendito de Jesús.
¡Nosotros tenemos tanto oro y plata, o tantas cosas que
nos privan del poder!
Sólo
los que hacen supercherías intentan hoy curar, aunque sea mentira,
por oro y por
plata
.
Todo es remedo y apariencia del verdadero poder y la verdadera unción, que
todo lo puede y todo lo quebranta pues viene de Dios.
¿Y quién puede resistir a
Dios?
Santiago 4:6
.
Los discípulos, nada tenían de valor
cuando llegó el día de
Pentecostés.
Seguramente
tendrían miedo a los judíos, pero permanecían juntos y
unánimes,
es decir, en una sola alma y una misma espera.
Pero el estruendo del
Cielo, el viento y el fuego cayeron sobre ellos cuando oraban en el más completo
anonimato para el mundo.
Hechos 2:1
El mundo no los podía tocar, pues su pensamiento y su ocupación con María y los
hermanos de Jesús, era la oración y la espera de la promesa del Espíritu Santo que
no tardó en cumplirse,
llenando sus corazones de valor, fe, y gozo, y
trasformándolos en los más audaces y poderosos predicadores.
Y de tal calidad espiritual como la que hoy necesitan nuestras iglesias. Pedro y los
demás
hablaron en lenguas,
dejando atónitos a los que les veían. Y es que un
hombre lleno del Espíritu Santo, llena de asombro y de interés a quienes toca, a
quien le ve.
Hechos 2:12
.
¡Qué predicación! Corta, atrevida, veraz, temeraria incluso, pero poderosa, como
no podía ser menos. ¡Poder!
Sepa, pues, ciertamente
toda la casa de Israel que a
este Jesús a quien crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Hechos 2:36
.
Y Dios llamó en aquel día como a tres mil personas. Fijaos bien: con una sola y
corta predicación, sin preparación ni consulta, sino con los restos de la convulsión
producida por el
derramamiento del Espíritu
, se convirtieron de verdad más de tres
mil.
Hoy, para que se convierta una sola persona
hacen falta tres mil predicaciones,
preparadas, estudiadas y pronunciadas
según las más exquisitas reglas de
la
oratoria y la retórica.
Y es que la oratoria y la
propaganda no sustituyen al Espíritu
Santo
, ni a la oración y el amor por las almas que aquellos hombres poseían, por la
sola fe en Dios y en sus promesas por Jesucristo.
Hoy ya no parece haber poder,
y ni siquiera se considera. Se espera llegar a las
almas mediante la
convicción de las mismas palabras
correctamente pronunciadas,
que no entiende ni escucha nadie.
Pero a aquellos hombres los entendían todos. Les hablaban
al corazón, a sus
esperanzas, a sus aspiraciones...
y eran convencidos y llevados a Cristo. Sin
púlpitos, sin megafonía, sin folletos, ni preparativos ni auxiliares. Sólo con
la
oración previa, ferviente,
y una fe robusta y eficaz. Y el
Espíritu Santo con ellos.