Así se predica
Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo,
les rogaba que les diese limosna.
Pedro con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
Entonces, él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.
Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy;
en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda,
Y tomándole por la mano derecha, lo levantó;
y al momento se le afirmaron los píes y tobillos.
Hechos 3:3-7
Ni Juan ni Pedro tenían oro ni plata, pero tenían el poder de Dios con ellos, y en
el nombre de Jesús hicieron el milagro. Quizás si hubieran tenido oro y plata que
ganar o perder, no se hubieran atrevido a intentarlo. Pero no lo tenían… y lo
hicieron. En el nombre bendito de Jesús.
¡Nosotros tenemos tanto oro y plata, o tantas cosas que nos privan del poder! Sólo
los que hacen supercherías intentan hoy curar, aunque sea mentira, por oro y por
plata . Todo es remedo y apariencia del verdadero poder y la verdadera unción, que
todo lo puede y todo lo quebranta pues viene de Dios. ¿Y quién puede resistir a
Dios? Santiago 4:6 .
Los discípulos, nada tenían de valor cuando llegó el día de
Pentecostés. Seguramente tendrían miedo a los judíos, pero permanecían juntos y
unánimes, es decir, en una sola alma y una misma espera. Pero el estruendo del
Cielo, el viento y el fuego cayeron sobre ellos cuando oraban en el más completo
anonimato para el mundo. Hechos 2:1
El mundo no los podía tocar, pues su pensamiento y su ocupación con María y los
hermanos de Jesús, era la oración y la espera de la promesa del Espíritu Santo que
no tardó en cumplirse, llenando sus corazones de valor, fe, y gozo, y
trasformándolos en los más audaces y poderosos predicadores.
Y de tal calidad espiritual como la que hoy necesitan nuestras iglesias. Pedro y los
demás hablaron en lenguas, dejando atónitos a los que les veían. Y es que un
hombre lleno del Espíritu Santo, llena de asombro y de interés a quienes toca, a
quien le ve. Hechos 2:12 .
¡Qué predicación! Corta, atrevida, veraz, temeraria incluso, pero poderosa, como
no podía ser menos. ¡Poder! Sepa, pues, ciertamente toda la casa de Israel que a
este Jesús a quien crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Hechos 2:36 .
Y Dios llamó en aquel día como a tres mil personas. Fijaos bien: con una sola y
corta predicación, sin preparación ni consulta, sino con los restos de la convulsión
producida por el derramamiento del Espíritu , se convirtieron de verdad más de tres
mil.
Hoy, para que se convierta una sola persona hacen falta tres mil predicaciones,
preparadas, estudiadas y pronunciadas según las más exquisitas reglas de la
oratoria y la retórica. Y es que la oratoria y la propaganda no sustituyen al Espíritu
Santo , ni a la oración y el amor por las almas que aquellos hombres poseían, por la
sola fe en Dios y en sus promesas por Jesucristo.
Hoy ya no parece haber poder, y ni siquiera se considera. Se espera llegar a las
almas mediante la convicción de las mismas palabras correctamente pronunciadas,
que no entiende ni escucha nadie.
Pero a aquellos hombres los entendían todos. Les hablaban al corazón, a sus
esperanzas, a sus aspiraciones... y eran convencidos y llevados a Cristo. Sin
púlpitos, sin megafonía, sin folletos, ni preparativos ni auxiliares. Sólo con
la oración previa, ferviente, y una fe robusta y eficaz. Y el Espíritu Santo con ellos.