LECCIONES DE UN NAUFRAGIO
A una persona reflexiva todo lo que sucede en el mundo-grato o no- le deja un
poso de experiencia para su propia vida. Para quien no reflexiona ni se plantea
nunca, un cómo o porqué, los eventos de la vida suya y del mundo, pasan por él sin
dejar la menor huella.
Por los medios, casi todos nos hemos enterado del naufragio en las costas italianas
del buque crucero “Costa Concordia”, del choque con una roca, de la evacuación de
sus más de 4.230 pasajeros, del caos y miedo que pasaron, de la falta de previsión
y ejemplo de los responsables etc. El recuerdo del “Titanic” estaba presente en la
mente de todos.
Para un creyente, sea o no cristiano; católico practicante o no, debe saber por la
Biblia, que todo lo que sucede es con permisión divina, no por casualidad, sino por
causalidad. La fe en un Ser Superior al que llamamos Dios, Padre todopoderoso,
deja obrar a las causas segundas y nunca priva a sus criaturas de la libertad y
responsabilidad.
Es más, un verdadero creyente intuye que lo que aparece como mal inexplicable,
con la luz de la fe, puede devenir un bien espiritual imposible de abarcar, pesar o
medir.
Por amor a la brevedad, como sacerdote católico, hago solo una pública reflexión a
la luz del Evangelio: “¿Qué importa al hombre ganar todo, si malogra su vida”?. En
medio del hundimiento del buque, nadie se preocupó de salvar sus joyas, sus
maletas, todos sus enseres, sólo salvar su vida. En el naufragio de toda existencia
humana, que vendrá con la muerte, lo único verdaderamente importante será
salvar nuestra alma. Obremos ahora en consecuencia, si estamos convencidos.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.