¿Por qué los jóvenes dejan la Iglesia? Seis razones
Felipe Santos, SDB
Hace unos días he leído sobre un
estudio realizado por Barna
Group sobre las razones que hay
detrás del abandono eclesial de
los jóvenes. Este estudio no se
centra sólo en el abandono de la
Iglesia Católica, sino que aborda
el problema que existe en todas
las iglesias cristianas.
El estudio revela seis
razones fundamentales:
1.- Las iglesias parecen sobre-protectoras.
Se demoniza lo que no esté en sintonía con
el cristianismo.
2.- Adolescentes y veinteañeros tienen una
experiencia poco profunda de la Fe
3.- Las iglesias se presentan como
antagonistas de la ciencia
4.- Los jóvenes cristianos experimentan
que las iglesias tienen un concepto
simplista y prejuicioso en relación con la
sexualidad
5.- Los jóvenes les incomoda el carácter
exclusivo del cristianismo
6.- Las iglesias son poco amistosas con
quienes dudan
El estudio concluye que estas razones indican
que las iglesias están más en sintonía con los
jóvenes tradicionales que con aquellos que
viven su vida según la modernidad. Las iglesias
piensan más en aquellos jóvenes que siguen
una secuencia vital tradicional (trabajo,
matrimonio, hijos, etc), mientras que la
mayoría de ellos retrasan sus etapas vitales
decenas de años o incluso no las llegan a vivir
nunca. El estudio también nos dice que las
iglesias no están preparadas para relacionarse
con aquellos jóvenes que viven la vida
“normal” de nuestro tiempo.
Bueno. ¿Qué podemos decir de este estudio?
Desde mi punto de vista personal no aporta
nada nuevo. Las razones son las mismas desde
hace 2000 años. Siempre ha ocurrido esto y
seguirá ocurriendo dentro de 1000 años. Es
cierto que décadas atrás, el prestigio social de
aparentar el seguimiento del cristianismo oficial
conllevaba una serie de incentivos sociales.
Hoy en día, como antes de que el emperador
Constantino aceptara al cristianismo religión
lícita(*), son muchos los llamados y pocos los
escogidos. El cristianismo no puede ser una
religión de masas. ¿Por qué? Porque nos
conmina a negarnos a nosotros mismos y eso
duele en carne propia. Si encima no existen
contraprestaciones sociales por “aparentar” ser
cristiano, lo extraño es que haya tantos
cristianos todavía.
El paso de la infancia a la juventud es el
momento en que uno empieza a plantearse lo
que nos rodea y las alternativas que son más
agradables. En la primera juventud es
complicado no separarse de la Iglesia, ya que
la Iglesia no aporta nada al desarrollo social
dentro de una sociedad pagana. Más bien todo
lo contrario. Aparecer como cristiano resta
sociabilidad y excluye de muchas actividades
agradables.
¿Es esto algo moderno? No. Fijémonos en la
vida de San Agustín y nos daremos cuenta que
en el siglo IV la sociedad era similar a la que
vivimos hoy en día.
San Agustín terminó convirtiéndose al
cristianismo con treinta y tres años, después de
buscar la verdad en muchas alternativas más
agradables. Tuvo que encontrar a San
Ambrosio y contar con una madre como Santa
Mónica, para entrar en el camino del Reino. Se
han preguntado cuantos jóvenes coetáneos de
San Agustín vivieron una vida paganizada
hasta morir. Casi la totalidad de ellos. El mismo
San Agustín se quejaba de que los jóvenes de
su época se alejaban de la Iglesia con
frecuencia.
Las razones que aporta el estudio se pueden
resumir en tres:
· El cristianismo me exige adaptarme a
Cristo y no al revés.
El cristianismo me exige vivir para el
Reino y no para el mundo
<!--[if !supportLists]--><!--[endif]--> El
Cristianismo me exige convertirme con
radicalidad y no vivir en la cómoda tibieza.
Podríamos preguntarnos si lo importante es
decirse cristiano o ser cristiano. Si lo
importante es llenar las iglesias, el camino es
cambiar el cristianismo. Si lo importante es
seguir a Cristo, las iglesias vacías evidencian
que el camino no es fácil.
Alguna persona suele objetar a este
planteamiento que lo que queremos es una
iglesia de “puros” y que el que no sea puro, lo
echamos fuera. Nada más lejos de la verdad.
La Iglesia es y será siempre, una Iglesia de
tarados, cojos, reincidentes, incompetentes,
dejados y limitados. Una Iglesia de pecadores
que viven de la misericordia y la Gracia de Dios
para recomponer su naturaleza resquebrajada.
Una Iglesia de personas limitadas que
reconocen sus limitaciones y piden perdón a
Dios con humildad. Una Iglesia que se
arrepiente de sus errores.
Una iglesia que no se reconozca como un
milagro de Dios, no es Iglesia. Una iglesia que
trastoque el cristianismo para no necesitar de
la misericordia de Dios, no es Iglesia. La Iglesia
verdadera siempre ora a Dios diciendo: “ Señor
Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mi,
pecador
Me pregunto si sabemos transmitirles este
hecho a nuestros jóvenes. A veces me parece
que intentamos hacerles ver a la Iglesia como
un edificio perfecto que sólo quiere a seres
humanos perfectos. Nos da miedo profundizar
en lo miserables que somos y mostrarles que
sólo en Cristo nuestras miserias se convierten
en algo menos despreciable.
Creo que esta es una conclusión positiva que
podríamos sacar de este estudio de Barna
Group. Deberíamos mostrar a los jóvenes que
la Iglesia está compuesta por seres
inapropiados y sin merecimiento alguno. Como
aquellos doce elegidos por Cristo. Como
aquellos que sanó mientras propagaba el
Evangelio. El siguiente pasaje evangélico lo
deja claro:
Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú
lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo
que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo
comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No
me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le
dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies,
sino hasta las manos y la cabeza.» Jesús le
dice: «El que se ha bañado, no necesita
lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis
limpios, aunque no todos.» ( Jn 13, 6-10 )
(*) NOTA: Teodosio fue el emperador que instauró
al cristianismo como religion imperial. Constantino,
mediante el edicto de Milán, despenalizó su práctica.
Pero es indudable que la victoria en la batalla del
Puente Milvio, bajo el signo de Cristo, llevó a muchas
personas a acercarse al cristianismo de forma
´´estrategica´´ en vistas de la simpatía con que fue
vista a partir de entonces por el emperador. Con
Teodosio, la estrategia se convirtió en una táctica
rentable para posicionarse socialmente en mejor
posición.