LA BIBLIA A LOS SATISFECHOS.
Millones de cristianos a lo largo de los siglos han encontrado en la Biblia
su camino de luz para orientar su vida en la andadura terrenal. No dudan que
es la Palabra de Dios.
Unas veces da consuelo, paz, esperanza y alegría verdaderas. Otras, avisa
para que sopesemos la realidad de las cosas que a tantos mortales ocupan y
preocupan y no nos desviemos del único camino de felicidad verdadera.
Quiero traer hoy a colación, unas palabras que los sacerdotes rezamos en los
salmos y que, al menos a servidor, me hace recapacitar más que todos los
sermones, libros, y escritos humanos.
Seguro que a más de uno que se acerque sin fe, pero con curiosidad a
leerlas, no le dejarán indiferente. Trascribo literalmente parte del salmo
45 cuyo título es: " Vanidad de las riquezas".
"Oíd esto todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y
nobles, ricos y pobres; mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis
reflexiones....Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes
y necios, y legan sus riquezas a extraños. El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países. El hombre no
perdura en la opulencia, sino que perece como los animales.
Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la
tumba; se desvanece su figura y el abismo es su casa. Pero a mí, Dios me
salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo. No te preocupes
si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera no se
llevará nada, su fasto no bajará con él. Aunque en vida se felicitaba:
"Ponderan lo bien que lo pasas", irá a unirse con sus antepasados, que no
verán nunca la luz. El hombre rico e inconsciente, es como un animal que
perece".
Hasta aquí el Salmo 45. Para mí, no dudo ni he dudado, ni creo dudaré que es
Palabra de Dios, confirmada además por la de Jesús: "Atesorad tesoros en el
cielo". Ahora bien, confieso que me falta fuerza-con tantos apegos que
tengo- para llevarla a la práctica en mi vida, como debiera. ¡Dios me
ayude¡.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.