Lo que vale la pena recordar
P. Fernando Pascual
7-1-2012
Olvidamos muchas cosas. Nombres, calles, lugares, hechos, datos.
Hay, ciertamente, olvidos que se agradecen. A nadie le gusta recordar cómo nos falló aquel amigo,
qué nos hizo un compañero de trabajo, cómo sufrimos ante un fracaso.
Pero otros olvidos nos dañan en lo más profundo del alma. Porque no es sano olvidar que no hemos
pedido perdón a quien hemos ofendido, o que no hemos dado gracias a quien nos tendió la mano en
el momento en el que más lo necesitamos.
El mundo nos ha llenado de prisas, de reacciones ante lo inmediato. Los mensajes del teléfono
móvil, o los que transmitidos y recibimos en las redes sociales (Facebook, Twitter y compañía) nos
encadenan al presente, y nos hacen dejar de lado recuerdos importantes, decisivos.
Frente a tantas prisas, y ante el desgaste continuo de una memoria frágil, hay que aprender a
recordar lo que vale la pena.
Porque vale la pena recordar que tenemos unos familiares, cercanos o lejanos, a los que debemos
mucho y que esperan un poco de cariño.
Porque vale la pena recordar a esos hombres y mujeres que de manera oculta permiten que
funcionen la electricidad, el agua y las ambulancias.
Porque vale la pena recordar que son muchos los corazones buenos que dejaron su tiempo e incluso
su salud para enseñarnos, para curarnos, para tendernos una mano cuando más lo necesitábamos.
Porque vale la pena recordar que el mundo no viene de la nada, sino que surge desde un Amor
inmenso, desde un Dios que recuerda, eternamente, a cada uno de sus hijos.
Hay cosas que vale la pena recordar. Más allá de lo inmediato, una memoria abierta y un corazón
sensible harán posible recuerdos valiosos, desde los que cada uno podrá dar gracias o pedir perdón.
Con una buena memoria, también el presente se hará más llevadero y el futuro será afrontado con
humildad, alegría y esperanza, porque sabremos vivir cada día recordando el inmenso Amor que
Dios nos ofrece cada día.