No olvidar injusticias ocultas
P. Fernando Pascual
7-1-2012
Hay libros, películas, fotomontajes, canciones, que ofenden, que provocan rechazo por ridiculizar a
personas honestas o por atacar ideas admisibles según un sano pluralismo.
Reaccionar contra ellos parece algo no sólo justo, sino necesario: no es correcto permitir que
valores sanos sean pisoteados o convertidos en motivo de sarcasmo o de calumnias.
Ocurre, al mismo tiempo, que muchas veces dejamos de reaccionar ante hechos que se han
convertido en algo habitual, incluso con el amparo de leyes y de “controles” de las autoridades
públicas.
Por eso sorprende que se alcen voces para que se retiren fotos ofensivas, mientras luego la gente
pasea tranquilamente ante una clínica donde se realizan “abortos legales”.
Es cierto que esos abortos ocurren en una extraña oscuridad informativa. No vemos ni cómo se
realizan, ni qué se hace con los restos de esos hijos destrozados, ni las lágrimas de algunas madres
que hubieran querido ser ayudadas para no caer en una injusticia tan terrible.
Es cierto, también, que las imágenes se divulgan como el viento, y dañan los ojos y los corazones.
Pero no podemos sentirnos tranquilos cuando constatamos tanta indiferencia ante la muerte de los
inocentes, ante el hambre de los pobres, ante el terrible cáncer de la usura (clandestina o legalizada),
ante los despidos arbitrarios de miles de trabajadores que no podrán mantener dignamente a sus
familias.
El mundo moderno convive con miles de injusticias habituales. Mientras la prensa resalta el último
escándalo, mientras algunos blogs de aparente buena doctrina protestan y promueven campañas
contra libros o imágenes escandalosas, este día miles de seres humanos inocentes sufrirán en su
cuerpo y en sus corazones ante el silencio y la indiferencia de muchos.
Necesitamos abrir los ojos para no olvidar las injusticias ocultas. No podemos vivir tranquilos en un
mundo aprisionado en el último escándalo informativo, y narcotizado ante lo “invisible” que ocurre
habitualmente.
Este día podemos, con la palabra, con la oración, con aquellas opciones justas y buenas que
tenemos a nuestro alcance, abrir caminos para superar males habituales, y promover una defensa
decidida y generosa de los más débiles.