DEJANDO QUE DIOS VIVA EN MÍ
Por: Claudio de Castro
Parece mentira que ha transcurrido otro año.
Suelo sentarme en este mismo lugar cada 31 de diciembre para meditar y
reflexionar en las cosas que hice y las que dejé de hacer. En los propósitos que
tuve y nunca cumplí, y en los que logré realizar.
Suelo hacerme propósitos sencillos que me ayuden a subir los escalones de la fe
y la confianza. Pero no siempre avanzo como quisiera. A mitad de año los olvido y
me concentro en otros asuntos.
Basta Confiar
Este año el buen Dios se encargó de mis propósitos e incluyó uno inesperado:
“Confía”, me dijo. Por dnde iba veía siempre la misma palabra: “Confía”. No
comprendía por qué. Recuerdo que una mañana iba conduciendo hacia mi trabajo y
encendí la radio. Tocaban una cancin singular. El coro me atrap: “Confía. Confía.
Confía”. Decidí que confiaría a pesar de mi pobre humanidad. Confiaría porque
Dios me lo pedía.
A los días se hizo evidente por qué tanta insistencia. Pasaría por un camino incierto,
una pequeña cirugía de cáncer en la piel.
Recuerdo que me decía, camino al hospital: “Confía. Debes confiar. Pero no en
teoría. Se acab el tiempo para la teoría. Debes confiar de verdad”. Y así fue. Salí
bien de esta cirugía. Y aprendí que el buen Dios siempre nos sale al paso, cuando
ve un peligro inminente. Y nos protege y nos orienta y nos muestra sus caminos.
El propósito
Este año he pensado mucho en nuestra fragilidad y en cómo ofendemos al buen
Dios. Somos como hijos desobedientes. Amamos a nuestros padres, pero esto no
nos impide hacer lo que no debemos.
Con Dios es igual. Sin embargo, no todo está perdido. Hay un camino nuevo
esperándote. Jesús lo dijo con claridad: “Yo soy el Camino…”
Una vez un sacerdote amigo me explic: “Claudio, santo no es el que nunca cae,
sino el que siempre se levanta”.
Es verdad. Lo importante es levantarse. Tener la certeza de que Dios siempre nos
perdona. Es tan sencillo. Sólo hay que arrepentirse, acercarse a un confesionario,
proponernos mejorar, luchar, no caer.
Pensando en estas cosas, hallé un buen propósito para este año y deseaba
compartirlo contigo. Parece una idea imposible, pero es lo que anhelo: “custodiar
mi estado de gracia. Pensar que tenemos un alma a menudo olvidada y que debo
fortalecerla, nutrirla con los sacramentos”.
Me decidí al leer esta bienaventuranza: "Bienaventurados los
de corazón puro, porque ellos verán a Dios".
Lo intentaré un día a la vez. ¿Te animarías a acompañarme?
¿Cómo empezar?
Me parece que lo ideal sería con una buena confesión sacramental.
Limpiar la casa, para que Dios habite en ella, en nosotros.Recoger las cosas que
hay tiradas, llevar la ropa a la lavandería, barrer y trapear los pisos una y otra vez
hasta que estén relucientes. Abrir las ventanas de par en par para que entre el sol
y circule el aire.
Dejar a Dios actuar
Este año quiero dejar que Dios viva en mí. Y tú: ¿quieres dejar que Dios viva en ti?
Seamos un santuario para Dios. Tengamos el alma limpia. Basta querer. Dios hará
lo suyo. Y nos llenará con su “gracia”.
San Feliz nos dio una receta maravillosa para sostenernos: “Amigo, la mirada en el
suelo, el corazn en el cielo y en la mano… el santo Rosario”.
Este ao que inicia: “No temas. Dios está contigo”.