La necesidad del recato
Es ya cosa reconocida, que el porcentaje más abrumador de la sociedad
española no quiere ni oír hablar de Jesucristo. Así como suena. Hay otros lugares
adonde acudir en vez de a los de culto, y la gente tiene un brumoso conocimiento
(el que lo tiene) sobre esta materia.
Bien es verdad que todos se confiesan cristianos, y con la llegada del
Islam ya algunos se atreven a contrastar su ¿fe? con la fe musulmana. Decía un
Mullah musulmán, que todos los hombres nacemos musulmanes, porque todos
provenimos de Dios. Verdad opinable, pero no debemos olvidar lo que Jesús les dijo
a los discípulos que le seguían y escuchaban: No se turbe vuestro corazón; creéis
en Dios, creed también en mí... (Juan 14:1)
También hay muchos que siente muy listos y suficientes cuando en
realidad, enseguida que una adversidad que a todos se nos presenta a los largo de
nuestras vidas, claman culpando a Dios de algo que les acontece. El Cristo de Dios
para nuestra salvación, enseñanza y ejemplo, es algunas veces objeto de burla .
Mientras esto no sucede, Dios permanece para muchos en una nube
tenue, y en algunos hasta es objeto de vejacin y hostilidad. Y no solo es el “pueblo
ignorante”, sino la llamada “inteligencia” o “intelectuales” por todos los que,
naturalmente, no saben ni donde están de pie.
Una inteligencia cubierta de telarañas que les tapan los ojos a lo que
verdaderamente es importante, y que es nada más y nada menos que a vida
eterna. Con las fatiguitas que se pasan en esta “perra vida” de envidia escasez,
injusticias, crímenes, etc. ¿vale la pena vivirla sin fe y sin esperanza de algo mejor,
que elementalmente comprendamos que se le haya ocurrido al que hizo este
universo? ¿Acaso es más torpe, que nuestra casi divinizada inteligencia?
Y la gente sigue enfrascada en sus pequeños incidentes, angustias,
pobreza, o riqueza que “más cuidados le ofrece” como dice Calderón, el poeta en su
“Vida es sueo”: Vivimos como anestesiados por las urgencias de las cosas, y nadie
tiene tiempo de nada sino de “salir adelante” en esta sociedad que aparenta ser
rica, aunque llena de temores, incertidumbres, y tantas agitaciones como
soportamos.
Como dice el poeta Juan de MENA en 1444.
Tus casos falaçes, Fortuna, cantamos,
estados de gentes que giras e trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y los qu'en tu rueda quexosos fallamos.
Una vida así ¿Quién la quiere? Estamos hechos para vivir, y por eso no
soportamos la idea de la muerte que nos produce pavor con solo mencionarla,
siendo como es ineluctablemente algo tan definitivo y cierto. Y sin embargo, esa es
la vida que nos toca vivir porque la corrupción se ha apoderado de nosotros, cuanto
más nos separamos de Dios y queremos vivir nuestra vida como si la hubiésemos
recibido en una tómbola.
Estamos forjando falaces filosofías para acallar a nuestras mentes, que
conforme se acercan, por la edad o la enfermedad, al fin de su recorrido,
comprobamos qué tan difícil nos cuesta aceptarla. Y así vivimos, hasta que un día
nos damos cuenta de que nuestra presencia ya no interesa aquí, y que otras
generaciones nos sustituyen, como nosotros sustituimos a otras ya periclitadas.
Entonces, si nos dejan las apreturas, pensamos que no podemos renunciar a otra
esfera de la vida, más pura, más despojada de vicisitudes, y sobre todo, plena de
eternidad . Y entonces nos parece la hora de meditar los misterios del Cristo, que
nos trajo una esperanza viva, tal como mejor dice el apóstol Pedro, y que dejo al
final de este modestito escrito:
Un toquecillo bíblico
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de
Jesucristo de los muertos, Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos, (1ª Pedro 1:3)
AMDG.