Hombre Nuevo
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José Manuel, L.C.
Para que me vaya bien
La práctica de pedir la bendición es una de las costumbres más hermosas de nuestra fe.
Los padres bendicen a sus hijos antes de irse a descansar, por ejemplo. A los sacerdotes
se les pide la bendición antes de comenzar un negocio o de emprender un viaje, cuando
se estrena un automóvil o una casa, cuando se inaugura una oficina o un consultorio,
cuando se está enfermo o esperando un bebé. ¿Por qué lo hacemos? Porque sabemos,
casi de modo intuitivo, que no todo depende de nosotros, sino también de la protección
de Dios. ¿Cómo se bendice? Santiguándonos con la mano o utilizando agua bendita.
Se pide la protección y la asistencia de la gracia para conservar en el corazón
sentimientos de paz y armonía, para proceder en todo con prudencia y acierto, para
hablar y obrar con rectitud. La bendición no es algo mágico o supersticioso, sino el
reconocimiento de que la gracia es eficaz y de que el Espíritu Santo nos sabe aconsejar
bien. El ángel de la guarda, si nos encomendamos a él, nos ilumina, nos protege y nos
defiende de nuestras malas inclinaciones y de los peligros ajenos. Es mejor ser humilde
y recibir bienes del cielo, que autosuficiente y prescindir de la asistencia divina.
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