Células madre: hacia una investigación ética
P. Fernando Pascual
3-12-2011
Las células madre (también llamadas troncales, o estaminales) abren horizontes de gran interés al
mundo de la medicina. Sobre todo porque se espera, gracias a las investigaciones sobre ellas, curar
y reparar a seres humanos afectados por enfermedades y daños más o menos graves.
Por lo mismo, numerosas investigaciones giran en torno a estas células madre, que se pueden
dividir en dos grandes grupos según el modo de obtención y según sus potencialidades: células
madre de adulto, y células madre embrionarias.
Las primeras se obtienen desde tejidos ofrecidos por seres humanos adultos. También se pueden
obtener del cordón umbilical. En ambos casos no habría dificultades éticas sobre el modo de
obtener tales células de adultos, siempre que se evite provocar daños en el donador.
Otras veces las células madre de adulto se obtienen a partir de fetos que han fallecido. Si la muerte
de tales fetos es el resultado de un aborto clínico, salta a la vista la inmoralidad del
“procedimiento”: un ser humano (un hijo) ha sido eliminado y luego usado en sus partes para la
investigación.
Las segundas, las células madre embrionarias, se obtienen normalmente a partir de las técnicas de
reproducción artificial (menos en el caso que mencionaremos en seguida). Para ello, se producen en
laboratorio embriones a través de la FIV (fecundación in vitro) para ser usados luego por los
investigadores; o se pide a los padres o a las clínicas de reproducción artificial que “donen”
embriones “sobrantes” para experimentar con las células de los mismos. Los embriones usados, en
el proceso de extracción de sus células madre, quedan destruidos, al menos tal y como actualmente
se trabaja sobre ellos.
Existe, además, una investigación de frontera que busca obtener células madre desde la
reprogramación de algunas células “normales” (de adulto) hasta rejuvenecerlas a diversos niveles,
incluso hasta hacer que tengan propiedades similares a las de las células madre embrionarias.
Es fácil intuir que estas investigaciones suscitan grandes expectativas y fuertes intereses. Por un
lado, miles y miles de enfermos y familiares de los mismos esperan de la medicina nuevos caminos
de curación en enfermedades degenerativas (Parkinson, Alzheimer, etc.) o de otro tipo que podrían
ser afrontadas o incluso curadas a través del uso y de las investigaciones con células madre.
Por otro lado, laboratorios, médicos y organismos nacionales o internacionales tienen gran interés
por hacer progresar un campo de estudios lleno de promesas. No faltan quienes anhelan conseguir,
en este ámbito, beneficios en dinero, o buscan patentar los nuevos descubrimientos, como si se
tratase de una técnica más, cuando en realidad se está trabajando con células humanas.
Los intereses, sin embargo, no garantizan la bondad ética de los métodos usados. Un experimento
que provoque intencionalmente daños a un adulto para obtener células madre es claramente injusto:
sobre este punto el acuerdo es casi total. Un experimento que implique daños o la destrucción de un
embrión o de un feto es también injusto, pero sobre este punto no existe condivisión de puntos de
vista, aunque el criterio ético sigue siendo válido: nunca se puede destruir la vida de un ser humano
inocente para beneficiar a otros seres humanos.
Desde que se ha generalizado el uso de técnicas de fecundación in vitro (a partir de 1978), ha
habido y sigue habiendo mucha presión para rebajar el reconocimiento de la dignidad de los
embriones obtenidos en las clínicas de reproducción artificial. El motivo ha sido sencillo: se busca
dejar campo libre a la acción a los técnicos, pues se dice a las parejas y a la sociedad que los
embriones precoces no son todavía seres humanos, sino simplemente “pre-embriones”. Negado su
estatuto humano, esos embriones quedan a merced de sus “propietarios”, se trate de los padres que
los encargaron o del mismo personal del laboratorio.
Desde esta perspectiva errónea, algunos promueven el uso de los embriones para obtener células
madre embrionarias como si se usasen tejidos humanos.
Es patente el engaño: el embrión no es un simple tejido, ni un puñado de células, sino un individuo
humano en sus primeras fases de desarrollo. Negarle su identidad para que pueda ser “usado” es un
acto sumamente injusto. Los beneficios que se puedan obtener del mismo no justifican el esfuerzo
técnico ni los daños que sufrirá si queda desprotegido. Nunca, se ha repetido cientos de veces, un
experimento se convierte en bueno simplemente por los resultados alcanzados, sino que su bondad
ética radica en el respeto hacia todos los seres humanos implicados, incluyendo los mismos
embriones.
En un documento publicado a finales del año 2008, la Congregación para la doctrina de la fe
recordaba que la obtención de células troncales (madre) a partir de la destrucción de embriones era
“gravemente ilícita” (cf. Instrucción “Dignitas personae”, n. 32). En cambio, aclaraba el documento
apenas citado, extraerlas de seres humanos adultos, sin dañarlos, o de fetos fallecidos de modo
natural, es algo lícito, dentro del marco de las normales reglas de una buena investigación clínica.
Benedicto XVI explicaba, al respecto, que la obtención y uso de células madre procedentes de
adultos, en el normal respeto de las personas implicadas, no conlleva problemas éticos. En cambio,
sí hay graves problemas éticos en la experimentación con células madre embrionarias.
Las palabras del Papa fueron claras: “Quienes defienden la investigación con células madre
embrionarias con la esperanza de alcanzar ese resultado cometen el grave error de negar el derecho
inalienable a la vida de todos los seres humanos desde el momento de la concepción hasta su muerte
natural. La destrucción incluso de una sola vida humana nunca se puede justificar por el beneficio
que probablemente puede aportar a otra” (discurso a los participantes en la Conferencia
internacional sobre células madre, 12-11-2011).
Una investigación ética sobre células madre no puede olvidar estos criterios. De este modo, la
búsqueda de la salud de muchos seres humanos deseosos de ayudas técnicas se podrá realizar desde
el respeto auténtico de todos, también de los seres humanos más pequeños e indefensos: los
embriones.