Otro bautismo de la Alegría
Pablo Thigpen
El factor decisivo llegó una mañana cuando me enteré de la enfermedad terminal
de un viejo conocido. Me pregunté: Si descubrieras que estás muriendo, ¿qué
harías?La respuesta que saltó a la mente me sorprendió con su rapidez y certeza:
yo entrar en la Iglesia católica de inmediato. Era el momento de actuar.
Aún así, el camino hacia adelante no era suave. Dejé mi ordenación pastoral y mi
asociación con una red ministerial, incluso mi puesto en la junta directiva.
Mi mujer y yo fuimos a la Iglesia de Santa Ana para saber qué hacer, y nos
encontramos con un sacerdote que encarnaba lo que significa ser cristiano y
católico. Un hombre centrado en Cristo, reflejando a Cristo en su alegría y
amabilidad, el padre Gerald Conmey, que se ganó el aprecio de mi familia
inmediatamente. Su tremenda admiración por la Escritura se filtraba en sus
enseñanzas, dándole a mi esposa la seguridad de que no estábamos en una línea
teológica equivocada.
Poco después mi familia se unió a mi decisión. Mi esposa y yo seríamos
confirmados, y mi hija recibiría su primera comunión, mi hijo sería bautizado, todos
en el mismo día. Corrí a comprarles a todos un crucifijo para la ocasión.
La tarde antrior a ese día inolvidable, iba conduciendo mi auto y un torrente de
alegría se apoderó de mí. Me eché a reír. Fue una risa de la liberación y alivio.
“¡San Agustín!”, grité por la ventanilla de coche, “¡vuelvo a casa!”, “¡Santo
Thomas!, ¡Vuelvo a casa! ¡Santa Catalina! ¡Vuelvo a casa!”. Reí hasta que me
dolieron las costillas, lloré hasta que mis ojos no daban más. Dios permitió esta
explosión el día anterior para ahorarle a mi familia un apuro en la
ceremonia Cuando llegó el momento de la unción con el óleo, yo seguía lleno de
alegría, pero sereno. Estando de pié, miré más allá del altar al Hombre en la cruz.
Y sus brazos abiertos me acogieron.
Tomado del libro: Patrick Madrid, Asombrado por la verdad, Basilica Press, Estados
Unidos, 2003.
RESUMEN ELABORADO POR REBECA REYNAUD.