MEJOR MANDA A OTRO, SEÑOR.
Por Claudio de Castro / cv2decastro@hotmail.com
Cuando veo lo bondadoso que Dios ha sido conmigo, me doy cuenta que sería un
desamor no hacer su voluntad. Al menos tratar.
Pienso que tal vez te ocurre. Me ha pasado, a veces, que me hago el sordo cuando
me llega su voz.
Es muy cómodo decirle a Dios: "Mejor manda a otro".
Una amiga me contó que salió una mañana dispuesta a amar a sus semejantes. En
la entrada de un supermercado un hombre, sentado en la acera, la llamó. Ella se
hizo la indiferente y casi le responde, cuando el hombre añadió:
"Perdone, no deseo pedirle dinero. Sólo que me haga el favor de comprarme un
café en el supermercado".
Entonces le mostró sus piernas lisiadas. Y ella reconoció su error.
Dios nos habla de tantas formas y no siempre lo escuchamos. Me recuerda a
Moisés, cuando Dios le pidió que fuera a ver al Faraón. Moisés seguía buscando
excusas para no hacerlo.
¡Ay, Señor! respondió Moisés-. Yo no tengo facilidad de palabra, y esto no
es solo de ayer ni de ahora que estás hablando con este siervo tuyo, sino de tiempo
atrás. Siempre que hablo, se me traba la lengua.
Pero el Señor le contestó: ¿Y quién le ha dado la boca al hombre? ¿Quién si
no yo lo hace mudo, sordo, ciego, o que pueda ver? Así que, anda, que yo estaré
contigo cuando hables, y te enseñaré lo que debes decir.
Moisés insistió:
¡Ay, Señor, por favor, envía a alguna otra persona!
Entonces el Señor se enojó con Moisés, y le dijo:
¡Pues ahí está tu hermano Aarón, el levita! Yo sé que él habla muy bien.
Además él viene a tu encuentro, y se va a alegrar mucho de verte.
Me sonrío al recordar esta escena, porque Dios tomada una resolución no la
cambia. No tienes dónde esconderte.
Generalmente Dios pide cosas muy sencillas. Que lo amemos sobre todas las
cosas. Sobre nuestros deseos de poseer bienes o figurar. Primero Dios. Nos pide
orar con fervor. Porque cuando rezamos hablamos con Él. Desea que lo tengamos
presente en nuestras vidas.
Decía el Padre Pío que la oración es la llave que abre el corazón de Dios.
También, ser sus brazos, sus pies, su corazón, en este mundo. Consolar,
llevar alivio, compartir lo que tenemos. Amar al prójimo. No desearle ningún
daño. Pedir por nuestros enemigos. Perdonarlos a todos. Y que seamos
santos por Él y para Él.
Yo, que conozco cuánto me falta por andar, suelo pedirle:
“Haz que me enamore más de ti, Seor, que te ame siempre más”.
El domingo pasado, estando en misa, sentí en mi alma que Jesús me reprochaba
con tristeza: “¿Por qué me tratas así?”
Qué mal me sentí.
“Porque soy un tonto”, le respondí. Y le pedí perdn por lo indiferente que a veces
soy a su Amor.
Estoy convencido que en el Amor todo es posible.
“Haz que me enamore más de ti, Seor”, le repito.
Si amamos, todas las puertas se abrirán y podremos llegar a esos corazones que
anhelan a Dios, que buscan consuelo y no lo encuentran.
Sólo hacer falta amar.