San Agustín y la teología de la imagen
La psicología de S. Agustín está basada en la Verdad interior: Dios es el centro del hombre.
"¿Qué eres tú para mí, Señor?", "y ¿qué soy yo para ti?" Dice Juan Pablo II: "Partiendo de la
autoconciencia de hombre que es, de conocer y amar, y animado por la Escritura, que nos
revela a Dios como el Ser supremo (Es., 3, 14); la Sabiduría suprema (Sab. passim) y el primer
Amor (1 Jn 4, 8), esclarece esta triple noción de Dios: Ser de quien procede, por creación de la
nada, todo ser; Verdad que ilumina la mente humana para que pueda conocer la verdad con
certidumbre; Amor del cual procede y hacia el cual se dirige todo verdadero amor".
Dios, en efecto, como él repite tantas veces, es "la causa del subsistir, la razón del pensar y la
norma del vivir", o, por citar otra célebre fórmula suya, "la causa del universo creado, la luz de
la verdad que percibimos, y la fuente de la felicidad que gustamos". Esto es interesante,
porque no nos conocemos con introspección, sino con el espejo de la Verdad que es Jesús. Es
más, a imagen de Dios somos, de la Trinidad, y es la memoria del Padre, nuestra
autoconciencia, precisamente la que nos supone la identidad, pues sabernos amados por el
Padre nos hace seguros de saber quiénes somos... la inteligencia nos muestra el Verbo y el
amor el Espíritu, que son las tres cualidades o potencias espirituales de la persona.
Esto tiene grandes implicaciones, que cuando se abandonaron por desgracia en la filosofía se
redujo, se empobreció todo con el binomio inteligencia-voluntad, abandonando la memoria y
perdiendo nuestra identidad... nuestra autoconciencia (habló otra vez de ella Martin
Heidegger). O sea que la memoria, aunque no tenga un acto externo como tienen las otras dos
potencias, sino que es el recuerdo de un acto que aporte a ellas, digamos interno, es muy
valioso y no hay que dejarla de lado... Pues esa presencia profunda y misteriosa de Dios en el
hombre es lo más profundo de ese modo de estar de Dios como "substancia creadora del
mundo", como verdad iluminadora, como amor que atrae, más íntimo que lo más íntimo que
hay en el hombre y más alto que lo más alto que hay en él.
Refiriéndose al periodo anterior a la conversión, Agustín dice a Dios: "¿Dónde estabas
entonces y cuán lejos de mí? Yo vagaba lejos de Ti... y tú, por el contrario, estabas más dentro
de mí que la parte más profunda de mí mismo y más alto que la parte más alta de mí mismo";
"Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo".
Y una vez más: "Estabas delante de mí, pero yo me había alejado de mí mismo y no sabía
encontrarme. Con mayor razón no sabía encontrarte a Ti". Quien no se encuentra a sí mismo,
no encuentra a Dios, porque Dios está en lo profundo de cada uno de nosotros. Al hombre, por
lo tanto, no se le entiende si no es en relación con Dios: "Nos hiciste para Ti y nuestro corazón
no descansará hasta reposar en Ti". ¡Cuántas tonterías se dicen sobre la introspección, cuando
sólo nos conocemos en ese mirar adentro a Dios y a los demás! Es cuestión de darnos y volver
sobre nosotros y conocernos más.
Llucià Pou Sabaté