Inteligencia y sus aplicaciones
Un buen amigo me envió recientemente un link sobre inteligencia
y me hizo pensar en lo que es algo consustancial con la especie humana. La
utilización de tal inteligencia. No es lo mismo se inteligente que actuar con
inteligencia.
No tengo quejas de la mía, aunque si ve uno que el
general Norman Schwarzkopf, - el que mandó a los norteamericanos en la
guerra del golfo- tenía 170 IQ, ya se hace uno una cura de humildad y
empieza a ver claramente lo que realmente importa.
Ignoro la inteligencia que poseyera Napoleón, Gengis Kan, o los
músicos y literatos más destacados. Lo que importa para mis necesidades
y las de todo el mundo, es tener un cociente intelectual suficiente para
comprender lo que hace falta para vivir bien, en el sentido total de la
expresión “inteligencia”.
Se habla mucho de inteligencia emocional y he leído un libro sobre
ello titulado así y numerosos aplicaciones de esta llamada inteligencia.
Recuerdo una frase que en una película antigua le hicieron decir a San
Isidro labrador patrono de Madrid.
Le preguntaban unos petimetres petulantes, y respondía con
extraña lucidez. Estos extrañados le dijeron que parecía inteligente. Él
contestó lapidariamente: soy inteligente porque tengo toda mi confianza
puesta en Dios.
A ciertas personas puede parecerles esta respuesta algo necia o
petulante… o tal vez muy humilde . Eso depende del que la pondere. Para
mí es una excelente contestación casi insuperable. La inteligencia
emocional, es la normal puesta al servicio cristiano de hacer el bien y
tratar de ser comprensivos, agradables y amigables con todas las
personas.
Ser inteligente, supone que no vas a emitir una respuesta necia
por una ofensa cierta o subjetivamente interpretada; ser inteligente
supone que te vas a ordenar, porque el desorden hace multiplicar el
trabajo sin provecho y el tiempo sin motivo.
Hay muchas maneras de ser inteligente, pero el que no aplica esa
inteligencia a procurarse una vida agradable, y es incapaz de
proporcionarse los estímulos y realizaciones que le gustan realmente, creo
que es poco inteligente. Un famoso inglés, creo que era sumamente
inteligente... Ya saben, “Jack el Destripador”.
O esos malhechores astutos y muy inteligentes para sus fechorías
y para burlar a la justicia, que en las películas muestran que en muchas
cosas carecían de inteligencia, aunque les moviera por tiempo su orgullo.
Un pequeño fallo les hacía caer en las manos de la justicia, compuesta de
policías no tan inteligentes, aunque sí lo suficiente para llevarles a la
cárcel.
Si la inteligencia no se aplica “inteligentemente” -valga el torpe
retruécano- no vale una higa. Se dice que los muy inteligentes son
desgraciados. Se ponen ejemplos de hombres famosos, que destacaron en
su tiempo, que hicieron grandes hazañas, y fueron desdichados. Si un
hombre inteligente es desgraciado, es porque no sabe aplicar su
inteligencia, y si no sabe esto es que no es tan inteligente.
Hablando de mí como ejemplo, yo no soy demasiado inteligente y
soy feliz como un tonto. ¿Por qué? Simplemente porque he sabido elegir el
camino de la santidad y la fe en Jesucristo, y con ello me considero como el
más inteligente del mundo, porque supe elegir entre tanto montículo de
ideas que yo escudriñaba tenazmente.
Fui a dar con la montaña gigantea del Evangelio, y allí encontré la
felicidad, la paz y la esperanza, y además aprender a ser humilde, dado
que mi carácter fue, y es, el mayor obstáculo para mis objetivos
espirituales. Y eso es todo lo que tengo que decir, por causa del espacio,
aunque creo que suficiente para la comprensión de cualquiera, que no
necesita ser tan inteligente, sino avispado espiritual para dar con la
famosa tecla. La tecla de Jesús.