Leer cambia la vida
Rebeca Reynaud
La lectura no sólo proporcionan información sino que crea hábitos de reflexión,
análisis, esfuerzo y concentración, aumenta el vocabulario y mejora la expresión
oral y escrita.
Un libro no es sólo un producto, y el lector no es sólo un consumidor. Las lecturas
condicionan nuestro modo de pensar; y éste determina nuestra forma de vivir, por
eso es fundamental elegir bien. Las decisiones en este campo no son actos
moralmente indiferentes, porque las consecuencias no lo son. Hemos de ser
selectivos al elegir nuestras influencias. Seleccionar lo valioso, lo que merece la
pena, lo que es coherente con mis convicciones. La producción editorial es muy
amplia. No todo es valioso y útil. Hay que saber elegir pues la vida es corta.
Francis Bacon afirmaba que "la lectura produce personas completas; la
conversación, personas dispuestas, y la escritura, personas precisas". Es mucho
más fácil comprender el mundo, a los otros y a nosotros mismos después de haber
leído El Quijote, o a Shakespeare.
El encuentro con un libro supone para millones de personas el umbral de entrada al
mundo de la verdad, de la belleza y de la libertad. Más aún, la vida del mismo Dios
nos ha sido narrada en un libro.
Cada uno es responsable de cómo alimenta su inteligencia: lecturas, películas,
programas de radio o TV, escenas de Internet, tipo de música, etc. Hay libros que
atacan la fe y la moral. Decía el Crisóstomo: "entregadlo todo antes que la fe, aun
cuando fuera menester perder las riquezas, el cuerpo, la vida misma. La fe es la
cabeza y la raíz. Si ésa se conserva indemne, aun cuando todo lo pierdas, todo lo
recuperarás más espléndidamente" (San Juan Crisóstomo, In Matth.homiliae, 33,
2).
Los libros ocupan un lugar fundamental en la vida cultural de los hombres. Los
argumentos, historias, ejemplos y metáforas que aprendemos en los libros llenan
de razones y de palabras nuestro andar diario. En los libros aprendemos a
transmitir conocimientos, a compartir experiencias. En particular, los grandes libros
ayudan a comprender con mayor profundidad el alma humana.
Un educador de nuestro tiempo recomendaba a los adolescentes que leyeran
buenas novelas sobre el amor , de ese modo adquieren experiencia de cómo se
puede conocer al verdadero amor del falso. Una chica que ha leído 40 historias de
amor, tiene ya 40 experiencias, riqueza que no dan las telenovelas. Si advierte que
un joven piensa que ama a una joven pero en realidad lo que siente es mero afán
de poseerla , ve que se entrega a un vértigo que la arrastra hacia la destrucción.
Esa penosa historia la alecciona para el futuro.
Se ha dicho que la literatura es como un espejo que el hombre levanta ante sí y le
ayuda a conocerse. En efecto, las grandes obras de la literatura universal
proporcionan un profundo conocimiento del alma humana . Los grandes genios
del arte literario son aquellos que han acertado a contar el drama que acontece en
el corazón del hombre de todos los tiempos: el amor y el dolor, la miseria y la
grandeza y la lucha del corazón.
Quien lee una obra literaria de calidad, se sumerge en su proceso, lo vive como
algo propio, como una trama de experiencias constructivas o destructivas que
pueden muy bien ser, un día, sus propias experiencias. El lector ve los procesos que
puede seguir en su vida. Esta forma de lectura nos enseña a prever, que es la tarea
primordial de la formación ética.
“En la ciencia, lea de preferencia los trabajos más nuevos; en literatura haga lo
contrario. Los libros clásicos siempre son lo más moderno que encontrará”, escribía
el novelista Edward Bulwer-Lytton a un amigo que le consultada sobre lecturas.
Iñigo González escribe un artículo titulado Leer cambia la vida” y dice que leer es
un ejercicio que ayuda a abrir la mente, Leer nos hace soñar, cuestionar y vivir. A
veces se nos olvida que los libros, la cultura y el conocimiento son necesarios para
pensar, para ser ciudadanos y para actuar en pro de una mejor
convivencia. Vivimos aun en la cultura del empirismo, esa doctrina que admite
que la fuente del conocimiento es la experiencia personal. Somos ciudadanos de
apenas cien palabras, sin faltar los aumentativos y los diminutivos. Para los jóvenes
todo está padrísimo .
Son una minoría los que leen frente a los que pasan horas y horas frente a la TV-
basura como espectadores pasivos. Si esas horas frente a la TV las dedicaran a
leer, otro gallo nos cantara como pueblo.
Si algo identifica y une a los jóvenes de hoy es la música y la pereza
mental. Lucen anestesiados , aburridos, sin esperanza. Además, ¿cuántos
sabemos diferenciar una opinión de un chisme o rumor , ya no digamos de un
hecho?
Leer es la forma de rebelión más eficaz en los tiempos que corren . Mantener
a la gente en la ignorancia es un mal negocio para la sociedad pero buen
negocio para los hombres del poder. Por ello el auge alcohol y la droga.
Tenemos una sociedad anegada por la industria del entretenimiento. Vivimos
una cultura de masas, con una educación más pragmática que reflexiva, donde
lo light es lo que rifa, donde priman las emociones, las sensaciones y las pasiones.
Sus productos, por tanto, nacen desde esta lógica descafeinada. Asistimos a
una infantilización de la sociedad, a una auténtica regresión donde todos los
órdenes de la vida se viven desde una posición infantil: desde el trabajo se
confunde con el ocio en algunas oficinas. Mediante la lectura podríamos cambiar
muchas vidas y muchos modelos de vida (Iñigo González (Lupa 273)
www.lalupadegonzalezinigo.net).