Reduplicaciones informativas
P. Fernando Pascual
5-11-2011
Casi parece un rito inevitable: no basta con conocer los hechos, necesitamos leer cómo son
presentados por los medios de comunicación.
Participar en un congreso, asistir a una manifestación, estar delante del incendio de un edificio de
tres pisos, son modos concretos de tocar directamente la realidad. Pero luego “tenemos” que ver la
televisión, leer el periódico, navegar por Internet, porque queremos saber cómo el mismo
acontecimiento es presentado de maneras muy diferentes.
De este manera se producen continuas reduplicaciones. Entramos en una especie de dinamismo de
espejos que recogen desde formas y visuales diferentes un mismo hecho, hasta el punto de
deformarlo, en ocasiones, grotescamente.
¿No sería todo más sencillo sin reduplicaciones? ¿No habría un modo directo de acceder a la
realidad en toda su riqueza y complejidad, en sus lados más claros y en sus aspectos más oscuros?
Alguno dirá que gracias a tantas voces, a tantas imágenes, a tantas opiniones, llegamos a captar
aspectos que ni siquiera vimos al estar ante las llamas del incendio. Pero existe el peligro opuesto:
que las cientos de informaciones reduplicativas nos aparten de la realidad y nos lleven a pensar si
no estuvimos soñando al escuchar una conferencia al constatar luego, en los medios, que se habría
dicho exactamente lo contrario de lo que nosotros habíamos escuchado desde la primera fila.
Además, tener que leer lo que dicen unos y lo que contradicen otros quita tiempo, genera
inquietudes, promueve dudas, aparta de lecturas y de investigaciones buenas que merecen nuestra
atención. ¿Y no se genera en algunos una dependencia patológica a escuchar lo que opinan y
rebaten unos y otros sobre un punto, sin que nadie aporte realmente datos nuevos, cuando todos
gritan opiniones subjetivas y suposiciones que a veces son completamente falsas?
Las reduplicaciones informativas tienen fuerza mientras haya quienes las escuchen. Empiezan a
deshincharse cuando los ojos y los oídos dejan de lado a promotores de humo que intoxica para
abrir el alma a aires frescos y a temas profundos.
En un mundo como el nuestro, saturado de reduplicaciones, ayuda mucho una buena dieta de
adelgazamiento. No para alejarnos de la verdad, sino precisamente para buscarla desde horizontes
nuevos, honestos y, sobre todo, bien arraigados en el amor a la justicia.