¡Ay la dichosa igualdad!
Me escribe un correspondiente hablando de la igualdad, del “buen
salvaje” de Rousseau, y otras muchas más soflamas y ditirambos a
la ciencia y a la filosofía. Yo como soy más cerril, sigo pensando que
un ciego no es igual a un vidente como un calvo no es igual a un
peludo, y ya puestos, en una de las cosas que más me influyó a mi
en mi juventud; es que no era guapo.
Simplemente los amigos más guapos se llevaban a las
chicas más bellas, y yo tenía que contrarrestar esa deficiencia con
más simpatía y agrado, que no tenían los guapos que vivían
pagados de sí mismos. ¡Pero donde se ponían unos guaperas, no
había nada que hacer! También los chicos preferíamos a las
guapitas.
Bueno, esto viene a cuento de la dichosa igualdad. No hay
igualdad porque unos somos algo feillos y otros son guapazos/as. Y
esto es así desde que Adán y Eva eran novios. Unos viven -siendo
unos redomados granujas- un “montonazo” de aos y otros, siendo
unas bellísimas personas, “la palman” a los cuarenta aos. Unos
corren, y otros tienen asma. ¿Qué sabe nadie?
Y también, porque mi amigo habla maravillas de su
socialismo utópico, del que yo soy el más acérrimo partidario . Lo
que ocurre, es que el mejor socialismo es el cristianismo genuino, y
para eso se necesita volver como un calcetín el corazón de los
humanos ; que ya no existan, ni el racismo, exclusión por creencias,
avaricia, sexo, etc.
O sea, los siete pecados capitales, y muchas cosas más que
en el Reino del diablo -que es el mundo y sus deseos- conforman las
columnas de la sociedad, como escribía el admirado Fernández
Flores en su obra -Las siete columnas-. Simplemente el lujo, la
avaricia, y todo eso, son las columnas de la civilización, tal como la
vivimos.
Decía un famoso intelectual a otro. “No vaya usted a caer
en el error de Jesucristo que creía que la humanidad tenía
redencin”. Jesús nunca pensó que los humanos teníamos remedio
por prédicas o la fuerza, sino que lo que hizo fue redimirnos por su
infinito poder, expresado paradójicamente en el trance de la
cruz. Por eso no cometió ninguna equivocación, sino que siempre
esperó que otro remedio fuera provisto por el Padre Eterno. Fue de
esa forma y el lo acató y obedeció.
Son las palabras que comenta la Biblia en las que se
dice: Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido
arriba,afirmó su rostro para ir a Jerusalén. (Lucas 9:51) Por
supuesto que Él sabía lo que le esperaba, y no se hacía ilusiones de
cmo terminaría aquello… ¡pero obedeció!
Esto nos trajo como se dice en otro lugar: Mas por él estáis
vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención (1ª Corintios 1:30)
Ese era el plan de Dios, y no otro que nosotros pudiésemos inventar.
Jesús lo cumplió y si bien su carne como hombre sufrió, y hasta
clamó para que el Padre le librara, su espíritu se sometió y todo Él
cumplió los designios de Dios Padre, para nuestra salvación y vida
eterna.
Hoy día de los difuntos, quiero enviar un mensaje
esperanzador, para que todos estemos seguros de que por la
grandeza y misericordia de Dios y por la sangre de Jesucristo,
tendremos ocasión de ver y abrazar a los nuestros, a los que tanto
quisimos en ocasión mucho más dichosa. Para terminar este largo
epílogo, quiero decir y animar a que tengamos esperanza, que es la
que mueve la vida de fe en Jesús, y en el Padre Creador que ama a
sus -a veces- muy tercas criaturas que somos.
AMDG.