Más allá del dinero fácil
Fernando Pascual
17-2-2011
El dinero atrae, a veces con mucha fuerza. Porque con dinero, normalmente, quedan los horizontes
más abiertos. Porque con dinero se puede pintar la casa. Porque con dinero llega el deseado día para
comprar un coche nuevo. Porque con dinero este verano la familia sí saldrá de vacaciones. Porque
con dinero uno se siente seguro al mirar los años que están por delante.
Por eso cuando aparece una oportunidad de conseguir “dinero fácil”, el corazón salta lleno de
inquietud. ¿Lanzarse o no lanzarse? ¿Hay algún peligro? ¿Es segura la ganancia? ¿No se podrán
conseguir tantas cosas, algunas muy buenas y sanas, con ese dinero?
El problema radica en que existen muchos caminos para conseguir “dinero fácil”. Algunos de esos
caminos, afortunadamente, son honestos y sanos. Otros, en cambio, implican mancharse las manos
en una acción injusta, quizá bajo la apariencia de un robo de guante blanco. Otros presentan
tonalidades grises: no resulta fácil entender si estamos en lado de lo justo o más allá del límite
donde la injusticia hace su presencia.
Entre los caminos que se presentan como honestos, se dan situaciones complejas que implican
riesgos o que nos hacen recelosos. Llega la información de un empleo que exige grandes sacrificios
pero promete un salario muy elevado. ¿Será una trampa? ¿No acabaré como un pobre ingenuo y
explotado por jefes sin escrúpulos? Al final de todo, ¿ese dinero no será ganado a base de lágrimas
y de sangre? ¿No pondré en peligro la salud de mi cuerpo o de mi mente? Ese horario de trabajo,
¿dañará la vida de familia?
Otras veces se trata de inversiones arriesgadas que prometen mucho pero que implican peligros
serios. Los rumores insisten una y otra vez en que las acciones de la empresa X van a subir en tres
semanas. Un buen hombre se decide a invertir en esas acciones la mitad de sus ahorros. Después de
tres semanas, aquellas acciones se derrumban...
Algo parecido, pero en un contexto muy diferente, ocurre en el mundo de las apuestas y de los
juegos (legales o ilegales). Algunos, es cierto, logran dineros fáciles en una tarde de ruleta o con un
boleto de la lotería. Pero otros, muchos otros, terminan desengañados, si es que no acaban
arruinados, para daño de uno mismo o incluso en perjuicio de toda la familia.
Si dejamos de lado espejismos de dineros fáciles que terminan en engaños, o que implican
mancharse las manos y la conciencia con acciones delictivas, o que causan problemas de salud, es
posible mirar la vida desde una perspectiva más serena, más realista, y más segura.
Quizá desde una actitud prudente perdamos oportunidades que parecían de oro para salir de las
deudas, para acabar de pagar el piso, o para comprar ese coche que necesitábamos desde hace años.
Pero seguramente habremos evitado peligros que podrían llevar a la ruina personal o de la familia.
Por eso, el dinero fácil no “tienta” a quien sabe que hay horizontes de bondad, de belleza, de
justicia, más allá de la posesión de un puñado de billetes.
Ello no implica sentarse perezosamente para no hacer nada por mejorar la situación en la que nos
encontramos. Si hay que salir adelante con esfuerzo, vale la pena cualquier trabajo bueno para
conseguir algo de dinero. Otras veces mejoraremos las cuentas de la casa a base de un buen recorte
de gastos superfluos. Incluso tendremos la actitud realista de renunciar a sueños imposibles (que
producen más angustias que satisfacciones), para ponernos a la obra en esos trabajos sencillos y
honestos que traen dinero seguro al propio hogar, y que conservan la paz en el corazón al haber
evitado situaciones que prometían “dinero fácil” pero teñido de peligros.