ALGO MÁS QUE PALABRAS
NOSOTROS LOS HUMANOS
Hay que alcanzar el tiempo. Servidor, como el poeta, se niega a
quedarse al margen del camino como árbol seco y decaído, mientras un
manantial de luces y aguas cantan los más profundos versos por los
balcones de la vida, que muchos mortales desconocen. Es cuestión de
escuchar lo que nos dicen sus melódicas voces y de tomar, sin perder el
ciclo de la vivencia, otros vuelos más libres, hoy tremendamente disipados
humanamente, quizás por haber cerrado los ojos a la autenticidad.
Justo ahora, justo hoy, justo en este preciso momento, mil vidas se
matan contra otras mil vidas. ¿Qué sentido tiene este combate en un
universo de palabras? Nada entiendo, nada comprendo, ¿dónde está el
corazón de los humanos? Para millones y millones de personas la vida es un
infierno porque su semejante es el verdadero demonio. El hombre contra el
hombre sigue en plena actualidad. Lo incivil gobierna a su antojo. La cruz
no puede ser más visible. Estamos cercados de monstruos, y aunque
parezcan tipos interesantes, el aluvión de interesados prolifera. Les gusta
la sangre y se gozan con las lágrimas de su otro yo. Ciertamente, lo
devoran todo sin consuelo. Son una legión de bestias irreconciliables,
vecinos suyos y míos, a los que habría que reconvertir con urgencia a la
poesía.
Lo tengo claro. No hay tiempo que perder. El planeta del cielo no
puede convertirse en el planeta de las tinieblas. El campo de conflictos se
ha crecido y este espanto es tan real como la vida misma. Ahora bien,
debemos salir cuanto antes del terreno de la confusión. Se confunde el
conocimiento con la sabiduría. Se activa el poder absoluto en lugar del
necesario deber. Se mezclan las opresiones de los pueblos con los cuentos
de la liberación. Se habla de crisis, que los ricos no conocen, mientras los
pobres se ahogan en vida. Se oferta desempleo o indecentes trabajos a
personas que buscan desesperadamente emplearse. Se traiciona mucho y
se engaña más, hasta el punto que la mentira tiene hoy más valor que don
dinero. Desde luego, la falsedad más común se ha convertido en engañarse
a sí mismo.
Mil de mil seres humanos, de otros mil de miles, su conducta es una
mentira permanente. Ante estos hechos, cabe interrogarse e interrogarnos.
¿Qué podemos y qué debemos hacer para salvar el planeta de este abismo?
A mi manera de ver, todo va a depender de lo que los moradores deseen y
quieran desear. Creo haberle oído al inconfundible y cultivadísimo, Gabriel
García Márquez, algo así como que los seres humanos no nacen para
siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a
parirse a sí mismos una y otra vez. Por consiguiente, tenemos esperanza
para el cambio. Es cuestión de conocernos y de reconocernos nosotros los
humanos pertenecientes al mundo entero. El día en el que nada de lo que
ocurra a una vida humana nos deje indiferentes, el progreso humano dejará
de ser un sueño. Sabemos que basta con que una persona ame a otra para
que el amor vaya haciendo curso y se contagie el cauce. Cuidado que lo
mismo sucede con el odio.
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
21 de septiembre de 2011