Feminismo: un artículo en blanco
P. Fernando Pascual
17-9-2011
Le pidieron un artículo sobre el feminismo. Juan (o Juana) empezó a redactar.
“Un jefe de personal pidió a la señora que trabajaba en la oficina de atención de clientes...”
No. Ese inicio era pésimo. ¿Por qué el jefe de personal tiene que ser hombre y la empleada mujer?
Borró la frase y empezó de nuevo.
“Una jefe de personal llamó al encargado de limpieza de cristales para pedirle perfección en sus
deberes...”
Ese inicio crearía un sinfín de problemas: el típico artículo misógino donde la mujer que ocupa un
puesto de responsabilidad aparece como exigente, dura, casi opresiva. Otra vez, volver a empezar.
“Una persona que tenía un puesto de dirigente en una oficina pidió a otra persona empleada en la
misma que ordenase los archivos del año anterior”.
El inicio sonaba bien. Una persona puede ser hombre o mujer. No quedaba claro si quien mandaba
y quien obedecía eran hombres o mujeres. Pero entonces, ¿qué sentido podría tener un artículo
sobre el feminismo en el que no aparecía la identidad sexual de sus protagonistas?
Borrón y cuenta nueva... Mejor dejar de lado historias donde los personajes son definidos e ir
directamente a las ideas.
“La situación laboral de la mujer deja mucho que desear. Miles de mujeres reciben salarios bajos o
están subempleadas...”
El inicio parecía bueno. Pero, ¿no hay también hombres mal contratados, mal pagados, mal
considerados? ¿No llegarían a la redacción cartas de protesta por fijarse sólo en la situación laboral
de las mujeres sin decir una palabra de la de los hombres, especialmente después de que han
cumplido 50 años? Además, un artículo así parece paternalista: desde arriba alguien quiere lanzar
migajas de derechos a quienes estarían abajo.
Resultaba difícil escribir un artículo políticamente correcto y en grado de superar las críticas que
pueden llegar de tantos lados. Además, cada vez que se habla de feminismo aparecen hombres
furibundos que afirman que los jueces les roban a los hijos y les dan preferencia las madres en los
miles y miles de causas de separación o de divorcio.
Al final Juan (o Juana, para evitar quejas), decidió dejar el artículo en blanco. A fin de cuentas,
contentar a la gente (palabra neutra) en un tema tan complejo resultaba prácticamente imposible.
El jefe (o la jefa) de redacción vio la hoja en blanco. No quiso regañar, porque sabía que cualquier
palabra de reproche sería considerada como políticamente incorrecta, como laboralmente opresiva,
y como sociológicamente sexista. Aceptó el artículo y lo publicó como estaba: en blanco...