Diez consejos para...
P. Fernando Pascual
20-8-2011
En un correo electrónico, en un libro, en la radio, en el periódico, en una página de Internet, en una
revista: con frecuencia leemos o escuchamos listas de consejos que despiertan nuestro deseo de
mejorar algunos aspectos de importancia (o al menos que así nos parecen) de nuestras existencia
cotidiana.
Diez consejos para no engordar. Diez consejos para triunfar en la vida. Diez consejos para ganar
amigos. Diez consejos para perdonar. Diez consejos para mejorar tu página de Internet. Diez
consejos para escribir. Diez consejos para pensar en positivo. Diez consejos para ser feliz. Diez
consejos para afrontar la enfermedad. Diez consejos para ganar tiempo al tiempo.
Casi se me olvidaba: diez consejos para mejorar la memoria...
Incluso en el campo espiritual podemos encontrar listas (no siempre son diez) de consejos para ser
santos, para ser buenos católicos, para amar al prójimo, para aprender a orar, para vivir mejor los
sacramentos...
De seguir así, algún día nos encontraremos con un texto con el siguiente título: “Diez consejos para
aprovechar los consejos”.
Hemos leído los consejos, hemos captado la sabiduría que (esperamos) encierran. Algunos
consejos, es verdad, dicen obviedades, pero que pueden ser interesantes. Otros abren horizontes
nuevos, despiertan ilusiones en el alma. Si los pusiéramos en práctica, seguro que empezaríamos a
mejorar.
El problema surge cuando después de tantos consejos llegamos a la vida real. Algo nos detiene.
Estamos acostumbrados a actuar con pautas fijas. Tenemos miedo a lanzarnos a nuevos caminos.
Quizá incluso desconfiamos: si todo fuera tan fácil como poner en práctica “diez consejos”...
La vida sigue su curso cotidiano. Con o sin consejos, descubrimos que muchos planes buenos
mueren de pena en el cementerio de los “quisiera”.
Sólo cuando brota de lo más íntimo del alma un “quiero” firme, sereno, bueno, estamos listos para
dar ese primer paso que lleva a conquistas de virtudes bellas, a buscar la justicia verdadera, a
construir un mundo un poco más abierto a la luz de Dios y al amor entre los hombres.