Conocer y amar a Cristo
P. Fernando Pascual
20-8-2011
Cristo es, para muchos, un ser extraño, un recuerdo, un nombre, un dato cultural.
Entre los mismos bautizados, algunos viven con ideas confusas sobre la Persona de Cristo, sobre su
vida, sobre su misión. Otros simplemente lo han dejado de lado, en el baúl de los recuerdos, entre
aquellas cosas que llegaron a “estudiar” en su niñez o adolescencia.
La pregunta por Cristo involucra a toda la persona. ¿Quién es Jesús? ¿Qué hizo? ¿Por qué vino al
mundo? ¿Cuál es la verdadera causa de su Muerte? ¿Resucitó de verdad? ¿Tiene valor su vida para
mí?
La respuesta que formulemos nos afecta íntimamente. Giovanni Battista Montini, en un texto que
escribió cuando era un sacerdote de 37 años, explicaba que conocer a Cristo implica “vivirlo”, es
decir, comprometer toda la vida.
Existe, sin embargo, el gran peligro de dejarlo de lado. El mismo Montini (que después de muchos
años llegaría a convertirse en el Papa Pablo VI) recogía un texto de otro autor en el que se
presentaban las diferentes situaciones de alejamiento respecto de Cristo: conocerlo sin amarlo,
suponerlo sin conocerlo, dejarlo de lado, y olvidarlo.
Nosotros quisiéramos recorrer el camino opuesto, si fuera necesario: desde el olvido hacia el
conocimiento, para culminar en el amor. Porque conocer a Cristo es posible desde un movimiento
de amor y para el amor. No logramos un pleno conocimiento de Él si seguimos indiferentes ante su
Mensaje, ante su Iglesia, ante sus exigencias, ante la esperanza maravillosa que nos ofrece.
Entre los asuntos esenciales de la vida hay uno que resulta clave: conocer y amar a Cristo. Será
entonces posible que repitamos y hagamos propias las palabras de san Pablo: “pues no quise saber
entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado” ( 1Co 2,2). “Y no vivo yo, sino que es Cristo
quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me
amó y se entregó a sí mismo por mí” ( Gal 2,20).