ALGO MÁS QUE PALABRAS
LA ASISTENCIA HUMANITARIA; UNA NECESIDAD CRECIENTE
Creo que lo fundamental es no dejarse de hacer preguntas. La vida
misma es un interrogante permanente. Interpelaciones que todos nos
hacemos ante las diversas situaciones que nos tocan vivir. A veces su
resolución va a depender de mí, pero también de los demás. Todos
necesitamos ser ayudados de alguien. Justo, en ese auxilio a los otros, es
donde radica la felicidad propia. Sería bueno probarla. Esto no es fácil de
entender hoy en día en el que nos mueve más el interés que el corazón, lo
productivo a lo donado. En cualquier caso, convendría preguntarse: ¿Quién
no ha precisado alguna vez o precisa ahora mismo asistencia? Indáguese
desde sí, sobre la cuestión.
Evidentemente, los moradores de este planeta cada día necesitan ser
mucho más asistidos humanamente. Es una necesidad creciente que urge
fortalecerse y coordinarse. Teniendo en cuenta que no basta socorrer
puntalmente a la persona. Ciertamente, primero debemos levantarla del
precipicio, pero luego hemos de sostenerla también para que no vuelva a
caer en el abismo. Conocemos que la situación es bien tremenda para
multitud de mortales que no encuentran cobijo, ni alimentos, por más que
caminan y se desesperan en buscarlos. Vayamos a los datos y a los
escenarios.
Los actuales niveles de Asistencia Oficial al Desarrollo (AOD) no son
suficientes, acaba de señalar, en este mes de agosto, la secretaria ejecutiva
de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). En
2010, los países donantes destinaron poco más del 0,3% de su ingreso
nacional bruto y la meta recomendada (y encomendada) es del 0,7%. El día
que las gentes valoren la palabra dada, todo habrá cambiado, mientras
tanto el mundo tendrá cada día más indigentes. Las tragedias casi siempre
nos las buscamos los humanos. Sucede con el drama de las cuentas
públicas que hacen tambalear a gobiernos, en parte porque no han sabido
más que derrochar para sí y engañar a los pobres.
Después de la reciente explosión social en Reino Unido, los que
ostentan el poder aceptan la gran contradicción de no saber integrar en la
vida económica del país a las comunidades marginadas. ¡Albricias! Esa
integración ha de globalizarse y la Unión Europea debe ejemplarizarla. Por
mucho que Europa prosiga por el camino del ajuste económico, lo que hay
que hacer es que la factura de un mal gobierno, o de gobiernos corruptos
que jamás devuelven lo robado, no recaiga en los que menos capacidad
económica tienen. Otra de las estampas brutales es el Cuerno de África, sin
duda el mayor campo de sangre, sudor y lágrimas. Podríamos continuar
radiografiando las mil realidades inhumanas, pero creo que es suficiente
para la reflexión, para contrarrestar lo mucho que se habla sobre la
estabilidad financiera mundial, pero muy poco, o nada, de una recuperación
mundial a una misma velocidad (de sostenibilidad) en un mundo global.
Entiendo que el ser humano es algo más que un producto de mercado
a la búsqueda del mayor negocio. Ya está bien de que buena parte de la
ciudadanía, siempre los más pobres, sean los más castigados a sentirse
privados de sus derechos más elementales y humanos. Ha llegado, pues, el
momento de que la sociedad se sensibilice frente a tantos atropellos e
injusticias. Nos consta que algunos ciudadanos están dispuestos a brindar
esa ayuda humanitaria, lo vienen haciendo desde hace mucho tiempo,
incluso arriesgando su propia vida, pero no tienen que ser unos ciudadanos,
tiene que ser la ciudadanía, toda ella. Qué bueno sería, que el 19 de agosto,
coincidiendo con el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, reflexionase
cada uno consigo mismo para emprender un renovado camino, en el que
cotice más la ayuda incondicional que la economía condicional. La hacienda
siempre nos condiciona y tasa por lo que tenemos, no por lo que valemos
como individuos que socorren a las personas que son víctimas de destierro
o desaire.
Pienso, en consecuencia, que todos debemos ser diligentes
trabajadores humanitarios, siempre dispuestos a echar una mano a los que
luchan por salir adelante y recomponer sus vidas. Sabemos que son muchas
las necesidades, pero pocos los que cumplen con el compromiso de poner
en acción la innata humanidad que, en el fondo de nuestro espíritu, el que
más y el que menos la llevamos dentro. Por tanto, también hay mucha
pobreza de desarrollo humano, no sólo de pan. Lo bárbaro es que el planeta
siga diferenciándose entre los que tienen la canasta de bienes y servicios
completa y los que no tienen ni canasta para llenar un sueño. También es
tremendamente cruel que el género humano continúe desasistido en su
totalidad, porque algunos lo acaparan todo. Desde luego, no cabe la
resignación ante el aluvión de necesitados y mucho menos quedarse
cruzados de brazos como si no fuera conmigo esta historia de leones. Las
miserias de la humanidad todavía hay que asistirlas y enmendarlas. Somos
la responsabilidad que cultivamos. Si en verdad cada uno hiciese sus
deberes, ¡qué corazón más grande tendría el mundo!
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
14 de agosto de 2011