ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL PAPEL DEL MUNDO ACADÉMICO
Las recientes palabras del Secretario General de la ONU, subrayando
“el papel que el mundo académico tiene en el mantenimiento de la paz, el
bienestar y la superación de los retos sociales”, me brinda la oportunidad
de manifestar a los cuatros vientos mi estima por la labor imprescindible y
necesaria que ejercen en la sociedad los campus universitarios y sus
diversos centros del saber. No tiene precio el trabajo que ejercen los
verdaderos docentes ante todo tipo de dificultades; la más difícil sin duda,
conducir a los jóvenes a pensar con criterio objetivo y a utilizar esa
capacidad intelectual, muy superior a veces al ejercicio que solemos hacer
de ella, para reducir los muchos problemas globales que existen en el astro,
por cierto cada día con más incógnitas sin resolver.
El paisaje académico ha de crecer, no sólo para que se desarrollen los
variados campos del conocimiento, también para que crezcan los
compromisos humanizadores de respuesta a la sociedad. Cierto, los
gobiernos no lo pueden hacer todo. Las gentes de pensamiento tienen la
enorme responsabilidad de trazar el camino en el uso auténtico de la razón.
Sólo desde el saber se puede amar. Algo tan básico como el diálogo
intercultural o la tolerancia únicamente se pueden aprender conviviendo y
viviendo unidos, acercándonos a los heterogéneos saberes y compartiendo
modos y maneras de entender la vida. Por cuestión innata, toda persona es
sabia. Por eso, es tan vital seguir forzando desde ese campus de la
sabiduría el entendimiento como regla de vida, reforzando los valores
culturales y humanos de todas las civilizaciones, y robusteciendo el valioso
y apasionante servicio de enriquecer el patrimonio intelectual en la tierra.
Quizás hoy más que nunca se precisa que el mundo académico, por
propia naturaleza de inspiración introspectiva, ilumine la mente y el corazón
de las nuevas generaciones. Bajo el argumento de una visión notablemente
humanística, considero muy necesario retomar la idea de los valores
humanos y un conocimiento mucho más enraizado a todas las culturas. Los
jóvenes del mundo tienen que trepar menos y ascender más en el
discernimiento humano. Saber vivir es un arte y una ciencia a la vez. Lo
cierto es que unos precisamos de otros. Se trata de ayudarnos mutuamente
a reencontrar una vida de paz y bienestar mundial que, en el fondo, todos
buscamos y todos nos merecemos por el hecho de haber nacido.
En una sociedad que, por multitud de sinrazones, cultiva la hipocresía
y el poder desmedido, la inmadurez y la mediocridad, el cinismo y el odio al
semejante; ciertamente, la ilusión del mundo académico es la esperanza
que nos queda. La valentía para abrirse realmente a la amplitud de
sabidurías es todavía un programa pendiente de desarrollar. Justamente es
la Comunidad Universitaria la que ahora parece abrirse a través de
intercambios docentes, de estudio y de investigación. A mi juicio, esta es la
línea a seguir en un planeta con demasiadas fronteras y frentes.
Víctor Corcoba Herrero/Escritor
corcoba@telefonica.net
10 de agosto de 2011