ALGO MÁS QUE PALABRAS
BUSCAR PUNTOS DE ENCUENTRO
La globalización ha de ir unida a la búsqueda de puntos de encuentro
entre todos los seres humanos. En el fondo son las relaciones entre
personas lo que une y da sentido a la vida. Todo lo contrario al terrorismo
que brota del odio y del desprecio al prójimo, estimulando desasosiego,
miedo, incertidumbre, división y desestabilización de la sociedad. Hay que
favorecer, pues, el deseo de tranquilidad al que aspiramos todos. Sabemos
que es inherente a la naturaleza humana y que se encuentra en el corazón
de las gentes, en sus creencias más hondas. El mundo será sabio el día en
que todos sus moradores alcancen sosiego en el alma. Pueden ser muchas
las adversidades y los desórdenes, pero sí de nuestro interior brota la
calma, vamos a poder solucionar los problemas mucho mejor. No olvidemos
que el talento siempre brota en lugares tranquilos, donde se pueda
reflexionar, donde uno puede verse hacia dentro y meditar, para reavivar el
espíritu humano de la conciencia crítica, que es el único que puede producir
frutos de concordia y solidaridad.
Es cierto, tenemos mucho que recapacitar sobre el valor y la
necesidad de entenderse en un mundo global. A partir de ideas diferentes
hay que buscar puntos de encuentro que nos fraternicen de verdad. El
sentimiento humanitario y el ánimo de autenticidad no sólo nos hacen
crecer interiormente, sino que incluso nos forja una nueva visión, que nos
aviva a comprender nuestra presencia en este planeta de los mil versos y
de las mil lenguas. Se puede decir también que la dimensión cultural nos
impulsa a trabajar con mayor entrega en la construcción de una sociedad
que precisa reencontrarse en lo común con otras civilizaciones. De igual
modo, cada religión podrá tener su visión sobre los caminos a recorrer para
conseguir la armonía, pero lo importante es llegar a esa unión armónica
entre todas las personas y sus credos.
A mi manera de ver, considero que la ciudadanía mundial se debe un
respeto natural. El punto de encuentro radica en estar unidos en la
construcción de la paz. Desde luego, todas las controversias se pueden
solventar por medios pacíficos. En los últimos años, la demanda creciente
de operaciones de paz cada vez más complejas ha impuesto a las Naciones
Unidas una carga sin precedentes que la ha obligado a utilizar al máximo
sus recursos. Dar el todo por el todo, para conciliar modos y maneras de
vivir y convivir, sin duda, es la mejor inversión. La apuesta por el desarrollo
de una cultura de estado de derecho mundial nos debe entusiasmar
socialmente. Hay que huir del derecho de las bestias, que siempre toma la
fuerza para imponer su lenguaje. Las armas no pueden gobernar un mundo,
es la ley la que tiene que poner orden y hacer justicia. Por desgracia,
cuando surge un conflicto hay artefactos por todas partes y nadie se siente
seguro. Por otra parte, las injusticias que suelen producirse durante las
contiendas son demasiado graves para ignorarlas. Que se levante ya, por
consiguiente, el coraje de la gnosis contra ese diluvio de violencias y locura
de venganzas que deshonra la especie humana.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
13 de julio de 2011