Mortificación y penitencia
Rebeca Reynaud
La mortificación interior se encamina a poner orden en las facultades del alma y en
los sentidos internos, de modo que se busque sólo agradar al Señor. Cuando el
bistec está duro, le dan de golpes en el área dura. Cuando nos tomamos en serio a
Dios, Él se encarga de darnos pequeños golpes en donde sabe que los necesitamos,
porque requerimos un quebrantamiento espiritual en nuestra área dura, como le
pasó a Pedro, y antes, a Jacob (quiso la primogenitura y así le fue con el hermano).
Le fallaba la impaciencia y se volvió paciente. Eso lo logra el Espíritu Santo.
Hay que buscar mortificaciones pequeñas en la línea de la caridad, de aquellas
cosas que hacen feliz Dios y a los demás, y en luchar por no herir con la palabra o
con un gesto.
San Josemaría Escrivá recogió algunas en Camino : “Esa palabra acertada, el chiste
que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta; aquel silencio
ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los
inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un
detalle y otro fastidiosos e impertinentes... Esto, con perseverancia, sí que es sólida
mortificación interior.” ( Camino , n. 173).
Estamos entrando al periodo más profundo de purificación de la Iglesia y del
planeta. De allí la actualidad de Hildegarda de Bigen (siglo XII), quien dice: “Si el
hombre peca, el cosmos sufre”. Es evidente que el hombre ha pecado y que el
planeta se ha deteriorado. Pero ahora, Dios hace su último esfuerzo antes del día
de la justicia. Hay que saber leer los signos de los tiempos. No estamos a punto de
ver el fin del mundo sino el fin de una nueva era. Estamos en el tiempo de los
laicos, que pueden ser un signo visible de la presencia de Cristo.
Del mismo modo que la planta no crece porque la estire el jardinero, sino porque
hace suyo el alimento, el ser humano progresa en humanidad en la medida en que
asume libremente el modelo que inicialmente recibe. Luego entonces, si hay
convicciones será más fácil ser firme.
En su libro Luz del mundo, el Papa Benedicto XVI dice: El concepto de penitencia,
que es uno de los elementos fundamentales del mensaje del Antiguo Testamento,
se nos ha perdido cada vez más. Por medio de la penitencia se puede cambiar y
dejarse cambiar, es un don positivo, un regalo (p.48). Hay que dejarnos llamar de
nuevo por el Señor. (p. 62).
Don Álvaro del Portillo escribió en diciembre de 1989: “No es malo que existan
obstáculos, sino que les demos demasiada importancia. Hagamos el propósito
sincero de llevar las contrariedades con gallardía, con rectitud de intención, con
gracia sobrenatural y con garbo humano. Pidamos la ayuda de Dios para no tener
miedo a las dificultades, al cansancio, al sacrificio”.
Con las mismas circunstancias, con las mismas dificultades, hay gente que es santa
y gente que no. Ahí tenemos el ejemplo de los dos ladrones junto a la Cruz de
Cristo. Pilar Urbano lo explica así: Estas dos cruces, a derecha e izquierda, son la
imagen más expresiva de la Igualdad de oportunidades. La misma cercanía, la
misma intimidad, el mismo tormento, la misma percepción de la figura sufriente de
Cristo. Pero cada hombre es cada hombre y hace su real gana en el envite de la
libertad” “El corazón de Cristo, propicio a dejarse ganar por una brizna de afecto.
Una mirada comprensiva, un gesto amable, una palabra que no sea de escarnio,
cualquier menudo consuelo bastaría. Es la hora de los buenos oportunistas. Es la
hora de desvalijar a Cristo que quiere ser expoliado. ¡Quiere! Y va a ser Dimas,
bandolero y ladrón, quien aproveche la coyuntura. Avispado, rápido, va a
emplearse a fondo con la destreza de su oficio (...). Será el primer cristiano que
entre en la gloria. El único hombre en el mundo canonizado en vivo y por el propio
Jesucristo: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Luc 23,42)”.
“Siempre habrá cruces criminales y cruces de martirio.
Siempre habrá cruces de blasfemia y cruces de paraíso.
Se puede llegar a la cruz a cualquier cruz como un canalla y morir en ella como
un santo. Un instante de contrición borra toda una vida de depravación” ( La
Madre del ajusticiado , p. 43).
Escribe Maria Simma: El Evangelio no promete una vida sin Cruz. “El Evangelio sin
la Cruz pertenece al Cielo, el sufrimiento sin el Evangelio pertenece al Infierno, el
Evangelio con la Cruz es propio de la tierra. Con la Cruz del sufrimiento ayudamos a
Nuestro Señor a salvar almas” (María Simma, Ayúdenos a salir de aquí , p. 221s).
Pocos años antes de la muerte de San Juan de la Cruz, su hermano Francisco pasó
unos días con el santo, y San Juan le dijo: Quiero contaros una cosa que me
sucedió con Nuestro Señor. Teníamos un crucifijo en el convento, y estando yo un
día delante de él, parecióme estaría más decentemente en la iglesia, y con deseo
de que no sólo los religiosos le reverenciasen, sino también los de fuera, hícelo
como me había parecido. Después de tenerle en la iglesia puesto lo más
decentemente que yo pude, estando un día en oración delante de él, me dijo: Fray
Juan, pídeme lo que quisieres, que yo te lo concederé por este servicio que me has
hecho. Yo le dije: Señor, lo que quiero que me deis es trabajos que padecer por vos
y que sea yo menospreciado y tenido en poco. Esto pedí a nuestro Señor, y su
Majestad lo ha trocado, de suerte que antes tengo pena de la mucha honra que me
hacen tan sin merecerla .
Como fue en la vida así fue en la muerte. “Sus pies descalzos, que pisaron sólo
espinas, hicieron florecer su camino en pos de él; y sus labios que gustaron tantas
hieles, no exhalaron más que poesía” (Dámaso Alonso).
El hábito de la mortificación interior se logra a base de repetir muchos actos
concretos de abnegación, bajo el impulso de la gracia. Muchas son las
manifestaciones de este ejercicio ascético.
La memoria es un gran bien pero hay que purificarla. En ella almacenamos
experiencias pasadas. En la memoria tendemos a conservar los agravios, los éxitos
y los fracasos, los desaires y humillaciones, y toda una serie de recuerdos que nos
impiden el diálogo con Dios. San Juan Crisóstomo explica que “la lengua es un regio
corcel. Si le pones freno, si le enseñas a caminar a buen paso, sobre ella montará y
se sentará el rey; pero si la dejas que corra sin freno y que retoce a su placer,
entonces se convierte en vehículo del diablo y los demonios” (In Matthaeum
homiliae, 51, 5).
Benedicto XVI en la Luz del mundo escribe: La fe se desarrolla. Dios nos sigue
dando signos. Él nos muestra la humildad de la Madre que se aparece a los niños
de Fátima y les dice lo esencial: fe, esperanza, amor, penitencia. El mensaje de
Fátima no está cerrado. El sufrimiento de la Iglesia permanece, y la amenaza del
hombre permanece (cfr. p. 172s).