ALGO MÁS QUE PALABRAS
LAS MUJERES SIGUEN DISCRIMINADAS
El abuso tiene nombre de mujer en el mundo. Ellas son las que más
injusticias sufren. Nos lo advierte, con datos, un reciente informe de la
agencia de Naciones Unidas para la igualdad de género. La discriminación
persiste en todos los países, es cierto que en unos más que en otros, pero
también en los más diversos ámbitos, tanto en el hogar como en la vida
pública o en el propio trabajo. ¿Por qué tener que resignarse a este
sufrimiento? La mortalidad materna alcanza niveles inconcebibles. El
comercio y los abusos sexuales son descarados y vergonzosos. La violencia
es una realidad que tampoco cesa. En todas las culturas se le sigue
negando, tácita o expresamente, la posibilidad de crecer como personas.
Sin duda, el actual trance económico que padece el mundo también afecta
mucho más a las mujeres, sobre todo a la hora de conseguir un trabajo
decente. Podríamos seguir describiendo situaciones que generan
discriminación, pero la cuestión en este momento no es tanto narrar
hechos, como incidir en la urgente necesidad de un cambio social que
todavía no se ha producido. Considero que las culturas tienen que progresar
sin dilación para que las condiciones de vida de las mujeres mejoren y para
que sean ellas mismas las que tengan un mayor control de su propia
existencia.
A pesar de todas estas injustas discriminaciones, a poco que
reflexionemos sobre el papel de la mujer en la promoción de la vida y de los
derechos humanos, se observa su gran capacidad en el progreso de la
civilización. Por cierto, está visto que las democracias avanzan cuando las
mujeres participan activamente en responsabilidades de gobierno. Su voz
debe ser tan significativa como la del hombre. La igualdad de derechos no
entiende de género, sino de personas, en busca de un bienestar mejor para
todos. El ser humano, hombre-mujer, está predestinado a entenderse y a
concebir una dignidad igualitaria, de persona a persona. No se puede negar
la evidencia, las mujeres continúan siendo las victimas principales de
situaciones trágicas. En muchas partes del mundo, en bastantes partes del
mundo –subrayo-, ser mujer es un drama. Y aún peor, en algunas
civilizaciones ser mujer no da derecho ni a vivir. Si el progreso de la mujer
es el progreso de todos, de toda la humanidad como debe serlo, se han de
facilitar más recursos y se ha de prestar más vigilancia a la no exclusión por
razón de género.
Desde luego, va a ser muy difícil que la sociedad mude de aires si la
mujer no está presente en la adopción de decisiones. De ahí la importancia
de que sea ella la que tome partido en todos los horizontes de la vida social
y pública. Hay países que tienen buenas leyes de igualdad, pero luego falta
presupuesto para llevar a buen término lo legislado. Son miles de millones
de mujeres acorraladas que viven como pueden, con multitud de carencias
y afligidas por mil temores. No hace falta ir al mundo pobre, en el mundo
rico igualmente se producen hechos que degradan totalmente a la mujer.
Por ello, esta es otra crisis tan intensa como la financiera, que precisa de
una profunda revolución pedagógica, para ser capaces de poner paz y
comprensión en las relaciones entre mujeres y hombres, de manera que las
hembras puedan ser tan dueñas de sí como lo es el varón.
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
c orcoba@telefonica.net
6 de julio de 2011