Con esto que escribo, puedo ofender o inquietar a mucha gente. No es mi
intención ofender. Solo que me extraña mucho que se digan ciertas cosas,
basándose en versículos de la Escritura (lo cual me parece muy bien), y sin
embargo se deje de lado en la práctica, otros de mucha más relevancia.
He visto a muchos, empecinados en defender determinada forma de
actuar, en ritos, ropas de culto, etc. o muchas más cosas que, teniendo su
importancia para ellos, no son tan relevantes por lo menos en su apariencia para
otros cristianos igualmente devotos. Solo hay que citar a los amigos, seguidores de
Lefebvre.
Es norma que alguien quiera llevar a su extremo la obediencia a algunos
versos bíblicos. Sin embargo, ignoran los más elementales principios que hacen del
cristianismo genuino la maravillosa y sacrificada aventura que es .
Bienaventurados los mansos; los pobres, los que lloran, en fin, toda
bienaventuranza. ¿Qué pasa con esto? Luchamos fieramente sosteniendo tal o cual
verso o interpretación, y hasta estamos dispuestos a una “cruzada” para defender
el “honor de Dios, de Jesucristo”, y nos refugiamos en unos versículos que solo son
información secundaria para la vida eterna.
No que sean inútiles, ni muchísimo menos , sino que sucumben en
importancia, ante la solidez y rotundidad de muchos de estos que mencionamos. Si
estamos llenos del amor a Dios, todas las cosas nos van a venir bien , porque hasta
científicamente, por la ley de la entropía, el ser humano nace crece, se reproduce, y
muere. No hay más y esto es para todos.
¿Qué hay cuando Jesús dice: No resistáis al que es malo; antes,
a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al
que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y
a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te
pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Reconozcamos
que esto no es posible para nadie. Solo es posible para Dios actuando en la
persona.
¡Que inteligentes nos tornamos cuando le damos vueltas a esto! ¡Cuantos
libros se han escrito para explicar lo que está bien explicado! ¡Cuantas
concordancias, cuantas explicaciones, cuantas interpretaciones… cuanto desprecio a
lo que constituye el núcleo de la cuestión, solo para no aceptar que la vida cristiana
es, para el mundo y el mundano, el fastidio más engorroso que se pueda imaginar.
Si no estamos llenos del Espíritu, estamos cayendo ingenuamente en la
tesis de que es posible ser salvo, haciendo las cosas de mundo y adoptando la
filosofía mundana . Tal vez imperceptible para nosotros pero de forma real.
LO ESENCIAL
Nos cuesta mucho aceptar este aserto, pero tan es así que hemos
derivado nuestra fe por derroteros que cada vez se parecen menos a la verdadera
piedad . Sostener tantas cosas secundarias, cuando las principales quedan
postergadas por duras o por irrealizables es, simplemente, considerar la vida eterna
como algo de rango inferior a las pequeñas cosas que nos tienen divididos.
¿Estoy considerando perniciosos los distintos modos cultuales
cristianos? ¡Rotundamente, no! Quiero solo decir que si nos fijáramos más en las
características que Jesús ofrece en las bienaventuranzas , y menos en lo que en
algunos versos se dice con una intención que se capta bien, otra cosa sería un
cristianismo funcionando como una sinfónica bien dirigida y armonizada.
Como esto se desprecia vemos el triste espectáculo de una cristiandad
dividida, en la que todos y cada uno pretende tener razón y aporta sus razones. Yo
tengo mis propias convicciones y tal vez alguna revelación, aunque a todos amo y a
todos considero. El juicio es de Dios. ¿Como puedo yo atribuirme el monopolio de lo
justo y despreciar a un hermano tal vez errado por quien Cristo murió?
De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere,
queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. (Juan 12; 24). Dicho está. Se trata
de estar o no estar
Rafael Angel Marañón