Ahora y después
P. Fernando Pascual
12-6-2011
La sequía del ahora llevará al hambre del después. La guerra del hoy siembra los odios del mañana.
La fiesta que unos celebran esta semana por su victoria electoral conducirá, en unos meses, a un
conflicto social sumamente dañino para todos.
Hay un hilo, misterioso o claro como el sol, que une el ahora y el después. Omisiones o activismo,
venganzas o perdones, colaboración o aislamiento: todo lo que hagamos o dejemos de hacer ahora
marcará, con mayor o menor profundidad, lo que ocurrirá después.
El después se asoma continuamente, entre las nieblas del futuro, como una esperanza o como un
riesgo. No sabemos ahora si lo que hacemos dará resultados positivos o provocará daños amargos.
Sí sabemos que nada de lo que pasa ahora dejará de tener sus consecuencias en el después que
avanza inexorablemente.
Da miedo sentir sobre los hombros una responsabilidad tan grande. De mí, de los cercanos, de los
lejanos, depende el futuro de la familia, de los amigos, de los desconocidos, de la patria, del planeta.
Unos dependen de mis acciones. Otros dejan huellas imborrables en lo que ocurrirá en mi propia
vida.
A veces seré yo el culpable de graves males o el “héroe” que promovió un después más bueno.
Otras veces seré víctima o beneficiado de las acciones de otros. En todos los casos, lo que ahora
decido deja una huella indestructible en el después que llega, poco a poco, hacia nosotros.
Con la mirada puesta en el horizonte, el ahora adquiere una dimensión mucho más seria. No puedo
dejarme arrastrar por el capricho de lo inmediato. No puedo ceder a las amenazas implícitas de los
poderosos. No puedo sucumbir al engaño de ideas falsas.
Sólo desde la verdad, desde la justicia, desde el amor sincero, seré capaz de asumir el ahora con
esperanza y con seriedad, para abrir surcos al después que podrá ser un poco mejor y más bueno.