“Señor, tengo en casa un criado que está
en cama paralítico y sufre mucho” (Mt
8,6)
Felipe Santos, SDB
Los orantes exponen a Jesús las
necesidades de los que más sufren y se
quedan aguardando. ¡Qué fecundidad
proyectan sobre el mundo los que
aguardan la actuación del Señor! No te
limites hoy a leer, ver u oír noticias de los
dolores de personas o de pueblos. Haz
oración de intercesión por todos ellos
ante Jesús Eucaristía.
Mi corazón se abre al dolor de mis
hermanos. Mi corazón, lleno de nombres,
se abre ante Ti. Y me quedo, junto a Ti,
amando.
El encuentro de Jesús con el centurión romano
genera en éste un acto de generosidad hacia
su criado que estaba enfermo. Su petición no
es para sí mismo, sino para su criado. Jesús,
como es característico en él, quiere ir a ver al
criado (acto de presencia), pero el centurión se
niega a esta petición por creerse de que el
Maestro entre en su casa. Con ello expresa el
mayor acto de fe que Jesús haya visto en
Israel: “Basta que digas una palabra y mi
muchacho quedará sano”. La confianza puesta
en Jesús por parte del centurión va más allá de
los límites físicos. Reconoce en Jesús al Señor,
al enviado por Dios para el bien de la
humanidad. Jesús comunica una palabra de
vida y esperanza al centurión: “Ve y que
suceda como has creído”. Recordemos que el
centurión es un pagano y además forma parte
del Imperio que oprimía al pueblo de Jesús;
pero Jesús no se niega ante la urgencia de
este hombre. Nos damos cuenta aquí de la
finalidad del Reino de Dios establecido por
Jesús: La salvación-sanación-liberación de
todo el mundo. El mensaje evangélico es para
todos.